miércoles, 9 de febrero de 2011

ENTREVISTA CON BRIAN MCHALE

Esta entrevista sirve única y exclusivamente para mi trabajo de investigación y para mis compis de literatura comparada. En cualquier caso, cualquiera que tenga curiosidad por la "ficción postmoderna" debe leer a McHale como una referencia básica.

Para el común de los mortales: quizás pueda interesar, vagamente, la penúltima pregunta, que son las recomendaciones literarias de este pensador.

ENTREVISTA CON BRIAN MCHALE

ANDRÉS LOMEÑA: Antes de preguntarle por su obra, querría preguntarle por su posición dentro del caos de la teoría literaria.
BRIAN MCHALE: Considero que pertenezco a la tradición formalista-estructuralista. Adquirí esa orientación como estudiante en la Universidad Brown, cuando di con el pensamiento estructuralista europeo a través de Thomas Winner, un profesor checo emigrado, y la estilística literaria de la tradición británica a través de Roger Fowler, que venía de la universidad de Anglia del Este. Una beca me permitió estudiar en Oxford, donde estudié con Stephen Ullmann, un estilístico continental de la vieja escuela. Fue a través de Ullmann como descubrí el eterno problema de la representación del discurso en la novela, y en particular el estilo libre indirecto, un tema sobre el que él era uno de los más eruditos a nivel mundial. Pero Ullmann murió de repente por un infarto al corazón, y de la supervisión de mi proyecto de doctorado se encargó su antiguo estudiante, Jonathan Culler.
La poética estructuralista (1975) de Culler (hasta hoy la mejor síntesis que hay sobre estructuralismo literario) acababa de aparecer, y bajo la influencia de Culler empecé a reestructurar lo que inicialmente había concebido como un problema de estilo de una forma más amplia, esto es, en términos narratológicos. Recuerdo que una de las primeras cosas que Culler me dijo fue: “Tú has leído a Bajtin, por supuesto”. En realidad no lo había leído, pero de inmediato leí todo lo que había publicado el círculo de Bajtin en todas las lenguas que podía entender (a mediados de los setenta). El esfuerzo por reconciliar al Bajtin dedicado al discurso de la novela con la estilística clásica preocupada por el estilo indirecto libre reorientó mi pensamiento. Al hacer esto, fui afortunado porque así tenía mucho que compartir con Benjamin Hrushovski (que cambiaría su nombre por Harshav), uno de los fundadores de la escuela de Tel Aviv, que fue también visitante de Oxford, y a quien Culler me presentó. Hrushovski me invitó como auxiliar para investigar en la Universidad de Tel Aviv, donde recibí la influencia del círculo de Tel Aviv y de otros académicos israelíes de la tradición formalista-estructuralista, incluyendo a Meir Sternberg, Itamar Even-Zohar, Moshe Ron, Shlomith Rimmon-Kenan y otros.
Poco después de llegar a Tel Aviv me vi envuelto en la conferencia sobre teoría narrativa y poética de la ficción del Instituto Porter, en 1979, y después ayudé a editar tres números del Poetics Today que salieron de esas conferencias, lo que revitalizó la teoría narrativa. Eso me presentó a la comunidad internacional de narratólogos: Mieke Bal, Umberto Eco, Lubomír Dolezel, Thomas Pavel y otros.
Mis dos primeros libros, Postmodernist Fiction (1987) y Constructing Postmodernism (1992), fueron enteramente escritos en Tel Aviv. Cuando el primero apareció, le dije a Hrushovski que lo consideraba como un producto de la escuela de Tel Aviv, lo que era indudablemente cierto, pero también era (como reconozco claramente cuando lo releo) el resultado de la poética estructuralista de Culler. Intentaba ser fiel a todos mis maestros siendo plenamente consciente de estas influencias.
Mis estudios sobre la ficción postmoderna incluyen un espectro más amplio de pensadores, tanto en papel como en carne y hueso, pero aun así conservo la orientación formalista-estructuralista básica. De todos los teóricos de fuera de la tradición formalista que han influido en mi pensamiento, ninguno ha sido tan influyente como el crítico marxista norteamericano Fredric Jameson; sin duda esto es así porque, además de ser el más profundo de todos los marxistas contemporáneos, Jameson también es un experto formalista.
Al principio de mi carrera estuve muy influido por los semióticos (Eco entre ellos), así que mi interés por la sociología de la literatura está fuertemente ligada a la semiótica. También me vi influenciado por la sociología en la tradición de Alfred Schutz, especialmente el trabajo de Peter Berger, así que puedes encontrar en mi obra ecos de Berger, particularmente en el hecho de que vivimos mundos imaginarios en nuestra vida cotidiana, tanto como lo hacemos en el “mundo real”.

AL: Darko Suvin me contó que usted es demasiado postmoderno para él porque rechaza la ontología (hay un mundo real ahí fuera) a favor de una epistemología hermética (vivimos mundos poco menos que imaginarios).
BM: En primer lugar, soy un enorme admirador de Darko Suvin (mi segundo marxista favorito, por detrás de Jameson) y he aprendido mucho de él, como cualquiera que haya intentado pensar seriamente en la ciencia ficción (nunca le he conocido personalmente, pero nos hemos comunicado en varias ocasiones y hemos publicado, al menos una vez, en el mismo volumen). Supongo que Suvin se refiere a las “ontologías” en el contexto de la literatura (soy agnóstico en cuanto a la unidad o pluralidad de mundos en una realidad extraliteraria). Para mí, lo que la ficción hace es producir múltiples esferas o dominios ontológicos (“mundos”); algunos tipos de ficción son autoconscientes sobre la producción de múltiples ontologías (la ciencia ficción es un ejemplo) y otros nos hacen conscientes del proceso de producir ontologías múltiples (la ficción postmoderna es un ejemplo). Éste no es el único modo en que uno puede mirar la ficción, por supuesto, y Suvin no hace esto con su estudio de la ciencia ficción, pero yo lo he encontrado provechoso.

AL: Su idea básica es que la ficción postmoderna difiere de la moderna en el hecho de que la primera es una poética dominada por cuestiones ontológicas, mientras que la segunda está dominada por cuestiones espistemológicas (es decir, la ficción moderna se pregunta cómo es este mundo, la postmoderna qué es este mundo). Háblenos de cómo esa “dominante” cambia en el tiempo. Por ejemplo, creo que la novela gótica, como la ficción postmoderna, vuelve a tratar aspectos ontológicos.
BM: A uno le gustaría ser cauteloso aquí y no hacer pronunciamientos demasiado atrevidos sobre movimientos cíclicos de la historia cultural. Sin embargo, me parece que ha habido varios episodios en la historia de la novela (digo novela para estrechar un poco nuestro campo) donde la dominante ontológica ha dado paso a una dominante epistemológica y viceversa. De este modo, la novela barroca del diecisiete en Francia y España (como El Quijote) parece exhibir una dominante ontológica comparable en algunos aspectos a la que hay en la ficción postmoderna (y no es coincidencia que muchos postmodernos, como Borges, Fuentes, Coover, Barth o Acker hayan revisitado El Quijote). Quizás hay un cambio de dominante cerca del final del siglo XVII (Madame de Lafayette, Aphra Behn) a algo como una dominante epistemológica, y luego, después de la mitad del XVIII, como tú observas, un regreso a la dominante ontológica para ciertos géneros de ficción (como la novela gótica). No hablaré de una alternancia pendular entre dominantes a lo largo del tiempo; durante el siglo XIX, por ejemplo, me parece que algunos géneros marginales persisten en temas ontológicos, mientras que otros exploran cuestiones epistemológicas.

AL: ¿Estamos más cerca de una historia de los mundos ficcionales? ¿Cómo será?
BM: ¡Sería demasiado ambiciosa! No sé si estamos más cerca de lo que estábamos antes. Lo que tenemos ahora es unas pocas categorías útiles para “condensar” y complicar nuestra taxonomía de mundos, ficcionales o no. Estuve muy inspirado, cuando trabajaba en mi primer libro, por los mundos de ficción de Thomas Pavel, y todavía creo que él ofrece, mejor que yo, un esquema estimulante y provocativo sobre una historia de los mundos ficcionales. Aun con todo, incluso el trabajo de Pavel es sólo un esquema, y él no ha investigado esta opción sistemáticamente desde los ochenta.

AL: Recomiende algunas lecturas.
BM: Me temo que no soy muy bueno a la hora de recomendar novedades. Siempre tengo que ponerme al día, así que lleno mis lagunas más que leer lo más novedoso. Ahora trato de abordar a Roberto Bolaño, y me pongo al día con David Mitchell, a quien pasé por alto por algún motivo. Estoy esperando leer la nueva novela de Rudy Wurlitzer, The Drop Edge of Yonder, que fue un vanguardista muy popular pero terminó siendo más conocido como dramaturgo (para Sam Peckinpah, entre otros); ésa es su primer novela en viente años.
Ahora he pillado la última novela de Neal Stephenson, Anatema, y la última de William Gibson, Zero History (ambos libros son magníficos) y tengo pendiente para leer la última novela del siempre admirable Kim Stanley Robinson. Tengo el hábito de leer poesía a diario (literalmente a diario, mantengo un diario de mis lecturas), y puedo recomendar libros recientes de la poetisa británica Caroline Bergvall, del israelí Aharon Shabtai y de los americanos Ed Roberson y Rosmarie Waldrop. Hay también una colección maravillosa de uno de los vanguardistas americanos más importantes, Jerome Rothenberg, sobre el que trabajo en la actualidad.

AL: Última pregunta: ¿para cuándo un nuevo libro?
BM: En la actualidad trabajo en dos grandes proyectos. El primero es una introducción al postmodernismo (mi última palabra sobre el tema: no “la” última palabra, sólo “mi” última palabra). Quería llamarlo ¿Qué fue la postmodernidad?, pero ya lo han cogido y mi editor me disuadió para que no lo reutilizara.
De todos modos, el libro que tengo en mente tratará el postmodernismo desde el punto de vista de sus repercusiones (en retrospectiva, cuando algo ya se ha “acabado”). El segundo proyecto es un libro sobre la narrativa en la poesía, algo que estoy hilvanando con mucho trabajo, poco a poco. Espero, cuanto antes, tener suficientes “trozos” para poder saber con claridad que tipo de libro podría ser.

9 de febrero de 2011
Andrés Lomeña

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