domingo, 3 de abril de 2011

SOCIOLOGÍA DE LOS PREMIOS LITERARIOS: ENTREVISTA CON JAMES F. ENGLISH

¿Cómo se otorgan los premios literarios? ¿Y los de cine? ¿Qué mecanismos ocultos hay detrás de un jurado? ¿Por qué tienen tanto éxito estas formas de legitimación? ¿Por qué los premios suelen levantar tanta polémica?

Éstas y otras preguntas rondaban mi cabeza desde hace tiempo. No tenía ni idea de si existía algo así como una "sociología de los premios". Así que buscando en Internet di con un libro (que compré en su versión Kindle)... y con su autor. Os paso la entrevista que le he hecho para dar a conocer su libro THE ECONOMY OF PRESTIGE, aún sin traducir al español.

ENTREVISTA CON JAMES F. ENGLISH

ANDRÉS LOMEÑA: ¿Qué reacción ha provocado su libro La economía del prestigio: premios, galardones y la circulación del capital cultural?

JAMES ENGLISH: La economía del prestigio ha tenido fortuna con sus críticos, cosechando muchas opiniones mayoritariamente favorables desde la crítica autorizada. El libro atrajo a lectores fuera de la academia, algo que la editorial y yo deseábamos. Las principales críticas de quienes estaban decepcionados era que no había un discurso contra los premios culturales, tal y como ellos defendían, o que no señalaba nada para escapar felizmente del deprimente sistema de premios en constante expansión en la literatura y las demás artes. Pienso que esos lectores no entendieron bien que la exigencia de una jerarquía más autónoma del capital cultural es en realidad un rasgo estándar de los premios necesario para su propio funcionamiento. Es más, si crees que los premios son de alguna forma perjudiciales para el capital cultural, no deberías estar junto a quienes se alzan contra ellos; así se consigue apoyar a la industria de los premios, en lugar de socavarla. Por mi parte, la tarea nunca fue denunciar los premios culturales o exponer sus efectos perniciosos; la ambición era, más bien, mostrar su continuidad con otras maneras menos sospechosas de producir capital cultural, como por ejemplo las publicaciones en una revista literaria y las entrevistas con autores y académicos, por ejemplo.

AL: Hay cientos de premios locales en el mundo del cine y las letras. ¿Se promueve así la “baja cultura”? El sociólogo John Thompson parecía algo ingenuo cuando afirmaba que los premios son simplemente un consenso entre expertos.

JE: Tienes razón: los premios representan algo más que un consenso entre expertos. Ahora, algunos jurados de los premios literarios incluyen un “lector ordinario”, un “lector famoso” o una figura pública sin conexión con el campo literario. La idea tiene menos que ver con abandonar la presunción de que los premios son elitistas o demasiado políticos (un comercio cerrado de adulación recíproca), que con el hecho de fomentar el desacuerdo de quienes los consideran ilegítimos, demasiado bajos o de calidad media. Esa disconformidad es bienvenida por los organizadores de los premios como una forma saludable de publicidad. Pero más importante es el poder de selección que está en manos de personas detrás de los bastidores, aquellos que seleccionan a los jueces, que determinan las reglas de selección y los protocolos de nominación, que supervisan la preselección para reducir el campo a grupos manejables de contendientes. Aquí es donde se hace el trabajo más trascendente porque se decide el “universo de los posibles”, los contornos básicos de la calidad estética de los que obtienen ese premio. Los actos siguientes de selección se hacen dentro de un margen cultural mucho más estrecho. Así que si vamos a pensar en los premios como algo dictado por expertos, necesitamos incluir en esa categoría a todos los funcionarios más o menos invisibles que están tras las cortinas.

AL: En España, muchos premios son un adelanto a las ventas. ¿Tiene esto alguna solución?

JE: La verdad es que no tengo información sobre lo que me cuentas. Suena a fraudulento en la medida en que ya están decididos, con un jurado que tiene más fines propagandísticos que otra cosa. En cualquier caso, deberíamos tener en mente lo que dije sobre la importancia de todos los pasos en la selección que precede al jurado. Hasta en los premios más legítimos y escrupulosos, el trabajo de selección está ya casi completo antes de que los jueces se sienten a debatir. Como Pierre Bourdieu dijo: necesitamos prestar más atención a quienes seleccionan a los seleccionadores.

AL: ¿Qué ha sido de la sociología de la literatura? La teoría literaria parece haberla devorado. Usted plantea esta situación en su artículo "Everywhere and nowhere: the sociology of literature after the sociology of literature".

JE: Tienes toda la razón. Desde principios de los ochenta, los estudios literarios han absorbido la “vieja” sociología de la literatura. Al hacerlo, se ha descartado la palabra sociología y en Norteamérica, al menos, se ha endurecido el desacuerdo con las ciencias sociales, que ahora se asocian en la mente de los teóricos de la literatura con el empirismo ingenuo y con métodos cuantitativos, lo que está muy asociado con los despreciados nuevos directivos de la educación superior y su reestructuración de las universidades para alcanzar el modelo empresarial. Así que tenemos una situación curiosa, donde los estudios literarios han llegado a ser más sociológicos, abriendo nuevas oportunidades para la colaboración productiva con científicos sociales, a pesar de que los muros ideológicos e institucionales de estas disciplinas son más altos. Ésa es la situación que describo como la sociología de la literatura “después” de la sociología de la literatura.

AL: Una broma final, ¿a quién premiaría por su contribución a la sociología? Mis candidatos serían: Bruno Latour, Randall Collins, Gary Alan Fine y Robert Putnam.

JE: Creo que todos esos académicos han ganado ya muchos premios. La economía del prestigio es una economía de ganadores absolutos; unos pocos “genios” tienden a amontonar premios más que a democratizar la admiración cultural. En este momento, los estudios literarios parecen estar descubriendo a Bruno Latour, apropiándose tardíamente de la teoría del actor-red como un arma poderosa contra la ortodoxia de la crítica de los últimos años. No estoy seguro de que este movimiento se convierta en una crítica más allá de la crítica, pero creo que hay proyectos muy interesantes que tienen que ver con la teoría del actor-red, la historia y el análisis institucional de la producción literaria, y espero que esa zona de convergencia sea una parte importante de nuestra disciplina en la próxima década. Un premio para Latour desde la dirección de los estudios literarios no estaría fuera de lugar, y quizás sería una interesante suma en su abundante palmarés.

3 de abril de 2011
Andrés Lomeña