miércoles, 5 de diciembre de 2012

ENTREVISTA CON KATHLEEN FITZPATRICK

No, esto no va del documental, sino de un libro sobre las publicaciones académicas.

"Peer reviews", factor de impacto, esas cosas tediosas de los profesores universitarios :P

Creo que, al igual que en muchas otras entrevistas, no se profundiza mucho porque es más bien una entrevista de divulgación... pero creo que ésta da pie a vuestro feedback ;)

ENTREVISTA CON KATHLEEN FITZPATRICK

ANDRÉS LOMEÑA: Las Humanidades Digitales y los Estudios Culturales están abriéndose a todo tipo de audiencias. Nada que ver con los filósofos analíticos al otro lado del Atlántico, que rara vez se dejan entrevistar. ¿Están cambiando las ciencias sociales gracias a su libro Obsolescencia programada?
KATHLEEN FITZPATRICK: No sé si Obsolescencia programada ha cambiado la situación, pero desde luego es uno de los objetivos del libro. Los académicos tienden con demasiada frecuencia a hablar para ellos mismos, entendiendo (sin equivocarse) que su obra es principalmente una conversación entre iguales. Sin embargo, uno de los resultados de mantener a puertas cerradas nuestras conversaciones profesionales es que un público intelectual más amplio pierde el sentido de nuestra dedicación, y nosotros perdemos los beneficios de su actividad, tanto el apoyo público a la educación superior como el crecimiento del discurso intelectual en la vida pública. Mi esperanza es que proyectos como Obsolescencia programada puedan inspirar a más académicos a hacer obras abiertas para que podamos aumentar el impacto de nuestro trabajo y para que podamos aprender del público que participa con nosotros.

A.L.: He hablado de Humanidades Digitales y de Estudios Culturales presuponiendo que sabemos con exactitud en qué consisten. En España, salvo muy contadas excepciones, no se imparte ninguna de estas disciplinas. ¿Podría sacarnos de dudas?
K.F.: Las Humanidades Digitales son una confluencia de campos que han crecido en la intersección de la investigación humanística tradicional y las nuevas formas de tecnología computacional. Esas formas de investigación humanística incluirían los Estudios Culturales o los estudios de los medios, los cuales se interesan por los modos de interacción de las tecnologías y su significado cultural. Mi obra indudablemente se desarrolla a partir de la tradición de los Cultural Studies y los estudios de medios, y está centrada sobre todo en cómo influyen los medios en la comunicación. Una base sólida en la teoría de los medios es crucial para cualquiera que trabaje en este área. También pienso que estamos trasladando nuestro trabajo impreso a los entornos online. Es importante conocer la historia del libro para que comprendamos su desarrollo histórico, económico y tecnológico, de manera que no infravaloremos sus logros prematuramente o concedamos más poder cultural del debido a la forma.

A.L.: Supongo que no le descubro nada recomendándole Mercaderes de la cultura de John B. Thompson. Este sociólogo ha escrito sobre la industria editorial, aunque no se detiene mucho en la literatura académica. Me imagino que usted y él contribuyen a reconciliar las mal llamadas alta y baja cultura.
K.F.: ¡Es un libro muy interesante! Mi crítica de Mercaderes de la cultura saldrá muy pronto en la revista New Media & Society; me gustó mucho, aunque se centra en el punto de vista de la industria y se para demasiado pronto, justo antes de que el libro digital tenga la oportunidad de eclosionar. En cualquier caso, pienso que existe la posibilidad (o debería existir, al menos) de reconciliar la “alta cultura” y “lo popular”, o lo académico y el público. Sin embargo, para hacer eso se necesitan académicos que hablen diferentes idiomas, que realmente intenten comprender a sus audiencias y sus puntos de vista, y que se comprometan de forma generosa con el discurso público sin renunciar a la seriedad. Esto puede ser más fácil de decir que de hacer, lo sé, pero pienso que es una lucha valiosa, y la Academia haría bien en tomársela en serio.

A.L.: Me gustaría saber qué opina del factor de impacto como mecanismo de medición del conocimiento.
K.F.: Muchos investigadores de diferentes disciplinas que trabajan en comunicación académica han empezado a afirmar que el factor de impacto no es una métrica útil (las presunciones que fomenta sobre la calidad de las publicaciones no se aplica a ninguno de los artículos que contiene esa revista) y hay maneras más útiles de explicar el impacto del esfuerzo académico hoy en día. La web nos permite rastrear no sólo cuestiones cuantitativas como visitas y descargas, sino aspectos cualitativos como comentarios y enlaces internos, los cuales nos permiten ver no sólo estadísticas sobre cuántas veces se ha citado un texto, sino la calidad que tienen esas citas. Esto nos permitiría distinguir entre las citas que son solamente proforma y aquellas que indican una conversación sustantiva entre académicos.

A.L.: ¿Qué me dice del peer review? El caso Sokal ocurrió porque la revista en la que se publicó el artículo falso no disponía de revisión de pares. ¿Habría sido distinto en una revista con peer review?
K.F.: Escribo mucho sobre revisión de pares y sobre las estructuras de publicación basadas en la web que propician modelos de revisión más abiertos. De hecho, hemos visto que el open peer review y los sistemas de comentarios nos facilitan la detección del academicismo mal realizado; en las comunidades open source, muchos ojos hacen que los errores salgan a la superficie. Del mismo modo, cuantos más lectores (y cuanto más diverso es el grupo de lectores) examinan una obra académica, más compromiso crítico podemos esperar y es menos probable que un trabajo plagado de errores pueda ver la luz. Hay que reconocer que esto pone muy nerviosos a algunos académicos al hacer públicos sus errores, pero los estudios parecen indicar que los procesos de open review tienen el potencial para crecer tanto en la calidad de las propuestas (los académicos se vuelven más escrupulosos con lo que los revisores detectan) como en la calidad del compromiso entre autores y revisores.

A.L.: Gaye Tuchman ha publicado un libro sobre la transformación mercantilista de la universidad. No es un caso aislado. ¿Es puro alarmismo o nos acercamos a una verdadera catástrofe intelectual?
K.F.: Éste es un tema tediosamente largo y no creo que pueda hacerle justicia en este espacio. Un problema fundamental que veo en las universidades, al menos en Estados Unidos, es que el público ha llegado a entender la educación universitaria como un privilegio privado más que como una responsabilidad pública, con el resultado de que la financiación pública de la educación superior se ha recortado una y otra vez. Los presupuestos de las universidades sufren recortes, las tasas de los estudiantes crecen y los presupuestos internos para la biblioteca de la universidad se reducen. Y cuando las tasas de suscripción de los editores de las revistas ascienden, el presupuesto de las bibliotecas que puede usarse para comprar libros baja. Y como las bibliotecas compran menos libros, los beneficios que las editoriales universitarias reciben por su obra baja, disminuyendo su capacidad para seguir editando obras. Todo eso está interconectado, pero el problema principal para mí está en que se ha asumido que las universidades deberían ser rentables, más que comprender que proveen un bien público que nos beneficia a todos.

A.L.: ¿Y cuál sería la solución?
K.F.: Es un tema complicado y como dije, no puedo hacerle justicia aquí. Creo firmemente en que la mejor defensa que puede hacerse de las humanidades es trabajar en humanidades y hacerlo de forma públicamente visible.

A.L.: ¿En qué trabaja actualmente?
K.F.: He asumido el cargo de directora de comunicación académica para la asociación de lenguas modernas (www.mla.org) y estoy ayudando a que la organización construya las estructuras de publicaciones del futuro. Es un trabajo que me está permitiendo poner en práctica muchas de las ideas de Obsolescencia programada. Trabajo en un par de proyectos más, pero ahora mismo están muy lejos de su publicación.

A.L.: No deje de publicar...
K.F.: Me alegra el interés creciente de estos debates y estoy encantada con la oportunidad de mantener conversaciones como ésta. Esto evidencia que la comunicación académica está empezando a cambiar y que cada vez más académicos están encontrando valioso el hecho de trabajar en público. ¡Gracias por tus preguntas!

Andrés Lomeña
5 de diciembre de 2012

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