viernes, 28 de junio de 2013

ENTREVISTA A TED UNDERWOOD

A ver si ésta es la última. La de verdad. Hay que dar un paso al frente.

ENTREVISTA CON TED UNDERWOOD

ANDRÉS LOMEÑA: Patrick Svensson menciona en un artículo la tipología de las Humanidades Digitales de Tara McPherson: humanidades computacionales, humanidades sobre blogs y humanidades multimodales. ¿Cuál es su campo específico y qué le motivó al estudio de las humanidades digitales?
TED UNDERWOOD: Mi aprendizaje fue como historiador de la literatura en los años noventa, pero ya en esos años estaba claro que las grandes bases de datos digitales estaban abriendo la posibilidad de nuevos enfoques en la historia literaria. Aprendí de mucha gente como Mark Olsen, que dirigió el proyecto ARTFL en los años noventa. Publiqué un artículo que usaba la frecuencia de palabras como una parte de un argumento histórico más amplio en Studies in Romanticism en 1995.
En ese momento, sin embargo, los académicos mainstream de literatura (en Estados Unidos, al menos) no estaban realmente interesados en los análisis cuantitativos. Tenemos una tradición muy larga de sospecha respecto de la cuantificación, así que no hice que los estudios digitales fueran algo central en mi “identidad académica”; era un riesgo y no creía que pudiera asumirlo. Mi primer libro es una combinación tradicional de historia social, historia literaria e historia de la ciencia.
Varias cosas cambiaron en la siguiente década, lo que facilitó este tipo de investigaciones. El universo de datos disponibles se expandió y los informáticos desarrollaron nuevas técnicas de análisis. Pero aún más importante: la nueva centralidad de Internet como medio de comunicación hizo que los teóricos de la literatura fueran menos reacios a los estudios digitales. No había una frontera clara entre “escritura” y “cuantificación” porque la escritura misma era cada vez más digital. Esas fronteras difusas ayudaron a la creación de varios proyectos que habían estado ahí, pero que nunca habían sido centrales para las humanidades. Diría que las Humanidades Digitales son un paraguas para varios de esos proyectos: incluyen a académicos que se interesan en los ordenadores como un medio de comunicación, o que historizan la tecnología informática misma, así como a académicos como yo mismo que están interesados en los métodos computacionales de análisis.
En concreto, mi reingreso en este tipo de investigación fue alrededor de 2008 y dependió de John Unsworth, que era entonces decano del GSLIS de Illinois. Él me animó a darle otra oportunidad a los métodos computacionales después de que llevara diez años sin usarlos.

A.L.: Las Humanidades Digitales están en plena ebullición: Literary studies in the Digital Age (http://dlsanthology.commons.mla.org/), las Humanidades Digitales postcoloniales (http://dhpoco.org/), la biblioteca digital HadthiTrust (www.hathitrust.org), el ADN del libro (http://www.booklamp.org/) o Culturomics (http://www.culturomics.org/). Usted ha estudiado los periodos literarios y me gustaría preguntarle por esos periodos en la propia historia literaria. ¿Se está produciendo una revolución teórica gracias a las Humanidades Digitales? El entusiasmo que despierta esta disciplina me recuerda a las promesas iniciales de los estudios culturales. Jonathan Culler me contó que quizás viviríamos algo así como un neo-postestructuralismo. ¿Cómo ha cambiado la teoría literaria contemporánea y de qué forma afecta a la academia?
T.U.: Los teóricos de la literatura se sienten muy cómodos con una narrativa de la disciplina que enfatiza la sucesión de metodologías o teorías. Así es como tradicionalmente contamos nuestra historia, pero no estoy seguro de que ésa sea en realidad una buena explicación de lo que está pasando ahora.
Una de las premisas tácitas del modelo “secuencial” es que estamos abordando una evolución interna de un campo único y delimitado llamado “estudios literarios” o “humanidades”. Imaginamos que un acercamiento teórico reemplaza a otro “dentro” de un campo definido de estudio.
No creo que eso sea lo que estamos viendo ahora. En su lugar, estamos asistiendo a una difuminación o pérdida de las fronteras disciplinarias y quizás incluso de la frontera entre “las humanidades” y las ciencias “sociales” o “informáticas”. No está claro que cualquiera de las metodologías antiguas estén siendo descartadas o desplazadas, pero los temas disponibles para los estudiosos de la literatura se están expandiendo. Las fronteras entre los estudios literarios y la teoría de los medios, por ejemplo, se están disolviendo. Y cuando hay proyectos que me interesan sobremanera (modelos computacionales en la teoría literaria), es muy difícil decir en qué disciplina se encuadran esos proyectos. Se han hecho trabajos muy buenos en literatura ahora por autores que están en departamentos de historia, sociología o informática. Me parece que esos límites del discurso que conocemos como “teoría literaria” se han vuelto discutibles.
Los investigadores literarios son muy reacios a enmarcar el tema de esa forma. Es extraño, estamos más cómodos con un debate que supone un “juego de suma-cero” que con las posibilidades de expansión que tiene nuestra disciplina.

A.L.: Leí Contra las Humanidades Digitales de Richard Marche y El lado oscuro de las Humanidades Digitales. No salgo de mi asombro al contemplar el gran número de detractores que tiene la disciplina en tan poco tiempo. ¿Qué está pasando en las facultades de humanidades? Veo las HD como parte del problema y como parte de la solución. Se os acusa de ser una estructura tecnocrática; quizás haya llegado el momento de repolitizar el campo de estudio.
T.U.: Siempre hay una batalla por el poder y la autoridad en la academia. Eso nunca se acaba. Si esa batalla tiene mucho peso intelectual es otra cuestión.
Como ya he dicho antes, nos gustan las narrativas que adoptan la forma de conflicto de “suma cero” entre las metodologías en competición. Estoy seguro de que se escribirá mucho a favor o en contra de las Humanidades Digitales, como si se tratara de un movimiento coherente.
Personalmente, no creo que las HD constituyan un proyecto intelectual coherente. Como ya dije antes, las veo como un término que se usa en un montón de empresas intelectuales diferentes, con diferentes orígenes. Aunque es cierto que hay varias personas ondeando banderas “a favor” o “en contra” de las HD como si fueran un “todo”, no estoy seguro de que esas banderas tengan mucho sentido.
En cuanto a la cuestión de la repolitización: estas acusaciones se han vuelto muy frecuentes en las humanidades. En realidad, todos mis colegas tienen fuertes opiniones políticas: los veo en mítines y colaboramos en campañas políticas. En serio, no conozco a ningún humanista que sea “apolítico”. Me temo que cuando algunos acusan a una disciplina de estar “poco politizada” lo que de verdad pasa es que esas personas no están prestando atención a las cadenas de opinión política. Ante esa queja, sólo me sale encogerme de hombros. Hay muchas versiones del activismo de izquierda; me gustaría imaginar que todos nos complementamos, pero no todos lo sienten así.

A.L.: A ver si nos queda claro: ni big data ni lo contrario. ¿Datos sostenidos en el tiempo, entonces? Tampoco hay que decidirse por la lectura atenta o la distante. ¿Lectura media, pues?
T.U.: No tengo opiniones normativas en este asunto. Lo de “big data” induce a error porque los humanistas, los comerciantes, los científicos sociales y los informáticos se refieren a cuatro o cinco cosas totalmente distintas y yo no estoy contra ninguna de ellas.
Me encanta la tradicional lectura atenta. La practico mucho. Una vez más, me remito a mi observación de que los humanistas construyen demasiado a menudo batallas imaginarias de suma cero con las diversas metodologías. Si las personas quieren hacer lectura distante, a mí me parece bien. Si quieren centrarse en la lectura atenta, también me parece bien. Es un mundo grande: hay espacio para los distintos métodos.

A.L.: ¿Franco Moretti es el gran pionero de esta disciplina?
T.U.: No lo creo, aunque tengo un enorme respeto por Moretti, y creo que es un crítico brillante, y que la lectura distante es un concepto maravilloso que yo he tomado prestado. La obra de Mark Olsen en los noventa anticipó todo lo que Moretti y Matt Jockers han realizado recientemente. Voy a ser algo provocativo aquí y diré que es bastante posible que los pioneros más importantes de la lectura distante no sean los críticos literarios, sino los informáticos. Las fronteras disciplinarias que hemos trazado alrededor de este proyecto son imaginarias.

A.L.: Usted sostiene que el “contraste histórico” hizo que el estudio de la literatura se emancipara de la historia. Esto ha dejado algunos puntos ciegos en la historia literaria. ¿Cuáles son las lagunas de conocimiento más sangrantes en el campo literario?
T.U.: Amigo, ésa es una gran pregunta. Me lo tomaré como una invitación para resumir mi próximo libro, Por qué importaban los periodos literarios. Creo que una de las lagunas de los estudios literarios es que no nos damos cuenta de cuánto prestigio ha dependido de las historias de ruptura y discontinuidad (periodos, movimientos, “intervenciones”, giros catastróficos en la historia cultural, etcétera). La autoridad de nuestra disciplina ha descansado en esas narrativas de ruptura durante más de un siglo; es una historia bien conocida. Sin embargo, nos confundimos constantemente al verlo como algo subversivo. Después de todo, “ruptura” y “fragmentación” suena subversivo, ¿no? La popularidad de Michel Foucault en los estudios literarios ha dependido hasta cierto punto de esa laguna, aunque me apresuro a decir que Foucault fue un escritor genuinamente innovador.
Más allá de esa ceguera en nuestro entendimiento, pienso que hay muchos aspectos de la historia literaria que no hemos visto aún porque no aplicamos la escala de lectura adecuada donde se hacen visibles los interrogantes. Ésa es, desde luego, la promesa de la lectura distante y creo que es una promesa real: pienso que estamos empezando a ver un fenómeno que previamente no habíamos podido describir.

A.L.: ¿Está de acuerdo con Eric Hayot en su artículo Contra la periodización?
T.U.: Creo que Hayot acierta al observar que los desafíos intelectuales de la periodización han persistido durante mucho tiempo. También acierta al decir que los desafíos puramente intelectuales casi no han tenido efectos en la institución.
No obstante, no coincido plenamente con la intención normativa de su argumento. Mi libro pretende comprender por qué la periodización ha tenido tanto poder institucional y por qué ahora puede perder ese poder. Yo no ofrezco un análisis sintomático de la institución y tampoco sugiero que necesitemos o bien reformar los periodos literarios o bien desecharlos. Creo que tendríamos que relajar la concepción que tenemos de la disciplina, pero probablemente necesites leer el último capítulo del libro para entender de qué manera se relaciona eso con la periodización.

A.L.: En España las HD son como un campo de estudio nonato. ¿Qué nos recomendaría? ¿Cuánto le llevó aprender a usar las herramientas digitales?
T.U.: No puedo aconsejar sobre toda esta cultura: sería tremendamente arrogante por mi parte. Por cierto, hubo un día internacional centrado en las humanidades digitales en España y Portugal: http://www.globaloutlookdh.org/dia-de-las-humanidades-digitales-2013-en-espanol-y-portugues/ Algunas de las instituciones implicadas estaban en Latinoamérica (México y Brasil) o en Portugal más que en España, pero espero que sean posibles ciertos avances en tu país. Estoy convencido de que hay personas en España que saben mucho de programación. Es una cuestión de conectar disciplinas o de unir diferentes partes de una universidad.
Personalmente, empecé con algún conocimiento en programación en los ochenta. Estaba muy oxidado en 2009 cuando empecé a hacer investigación digital de forma seria. Me había saltado varias décadas de la historia de la informática aprendiendo historia literaria, así que gasté un año sabático aprendiendo nuevas tecnologías y disciplinas. Fue divertido porque eran temas nuevos y porque necesitaba la información para abordar algunas cosas que quería hacer. Aprender a programar es, en mi opinión, un buen lugar para empezar, pero hay muchas otras cosas. Hay muchas otras disciplinas que tienen relevancia en las humanidades. El “aprendizaje automático”, por ejemplo, o la lingüística computacional. Creo que los que están interesados en los métodos computacionales para las humanidades necesitarán gastar algún tiempo explorando esas disciplinas. La biblioteca y la ciencia de la información es importante también.

A.L.: ¿Tiene alguna idea de cuánta gente está haciendo Humanidades Digitales? Sería como un juego de metahumanidades digitales. Por cierto, ¿tanta euforia no podría llevar a una burbuja de las HD?
T.U.: Me parece que la gente de la UCL ha hecho algunos intentos para calcular el campo de estudio y contar el número de personas a nivel mundial: http://blogs.ucl.ac.uk/dh/2012/01/20/infographic-quantifying-digital-humanities/
Sobre la burbuja de las HD: es muy posible. Las humanidades se seguirán moviendo hacia nuevos espacios. Siempre lo hacen. La verdad es que no pienso en mí mismo como alguien que pertenece a una subdisciplina llamada Humanidades Digitales. Me veo más bien como sentado a horcajadas sobre las disciplinas de la historia literaria y la informática (especialmente en los campos de minería de datos y aprendizaje automático). La informática por sí sola no va a ninguna parte, pero creo que estará con nosotros durante un tiempo.

A.L.: ¿Con qué nos sorprenderá en el futuro?
T.U.: Quiero trazar la historia del género literario usando métodos digitales y a la vez hacer que esos métodos avancen un poco.

A.L.: Para concluir, recomiende alguna novela para romper esa imagen de analista cuantitativo literario.
T.U.: Por desgracia, mis opiniones estéticas más efusivas se dan en el género de ciencia-ficción, lo cual puede que no rompa esa imagen de analista cuantitativo. Me encanta Ursula Le Guin, Gene Wolfe, China Miéville y Kim Stanley Robinson. El libro de Gene Wolf La quinta cabeza de Cerbero es una obra maestra injustamente subestimada con resonancias postcoloniales, aunque no sé si se ha traducido. La trilogía de Marte de Robinson está traducida y es una historia profundamente humana.

28 de junio de 2013
Andrés Lomeña

ENTREVISTA CON STEVEN MOORE SOBRE SU HISTORIA ALTERNATIVA DE LA NOVELA

Discutible, pero nunca está de más echarle un vistazo.

ENTREVISTA CON STEVEN MOORE

ANDRÉS LOMEÑA: ¿Cuánto tiempo necesitó para la escritura de su historia alternativa de la novela? ¿Cuántos volúmenes serán finalmente?
STEVEN MOORE: Ocho años y medio. Escribí el primer volumen (hasta 1600) entre febrero de 2004 y julio de 2007, y el volumen 2 (1600-1800) entre septiembre de 2007 y julio de 2012. Aunque originalmente planeé escribir un tercer volumen (de 1800 a la actualidad), estaba exhausto después de casi diez años y desistí. Ya he dejado clara la originalidad de mi enfoque: las novelas vanguardistas no son un fenómeno del siglo XX, sino que siempre han existido.

A.L.: ¿Por qué otra historia de la novela? A mí me gusta mucho Representar la existencia de Thomas Pavel.
S.M.: Por la ausencia de una buena historia de la novela que fuera exhaustiva. Había algunas buenas historias de ciertos periodos y países, pero no conocía ninguna que tratara la historia de la novela desde una perspectiva internacional. Incluso las historias especializadas eran muy selectivas: sólo cubrían las novelas más famosas, no las obras menores. Hasta que me has preguntado no había oído hablar de Thomas Pavel. He mirado en Amazon.com y veo que su libro sólo tiene 360 páginas, así que no suena muy exhaustivo, pero tengo ganas de leerlo.

A.L.: ¿Qué cosas no deberíamos olvidar en nuestro aprendizaje literario? ¿De qué ideas o descubrimientos se siente más orgulloso? ¿Qué partes fueron más difíciles?
S.M.: La palabra “alternativa” que uso en el subtítulo significa tres cosas. En prime lugar, mi libro es una historia alternativa de la tradicional historia de la novela, que suponía que el género se originó en Inglaterra durante el siglo XVIII, cuando en realidad se originó en la antigua Grecia, si no antes. Segundo, la mayoría de las historias de la novela se centran sólo en las grandes obras; yo siempre he estado interesado en las obras inusuales y en las vanguardistas, las cuales suelen ser ignoradas. Así que dedico tanto espacio a las grandes obras como a las menores. Y tercero, quería ofrecer una forma alternativa de escribir historia literaria. En inglés, la mayoría de la crítica literaria está escrita en un lenguaje difícil y muy teórico que sólo es comprensible para los especialistas. Quería usar un tono conversacional, un estilo que cualquiera pudiera entender, a la vez que ofrecía el tipo de fuentes que usan los académicos. Quería que mis libros fueran entretenidos y educativos.
Cuando estaba en la escuela de posgrado, muchos de mis compañeros de tesis creían que sólo era importante la literatura inglesa y norteamericana: la literatura extranjera apenas se estudiaba. Muestro que las grandes novelas se han escrito por personas de todo el mundo. En inglés usamos la palabra “provinciano” para criticar a alguien que tiene una visión muy limitada de algo; no creo que las personas que aman las novelas debieran ser provincianas; ésa es la razón por la que leí tantas novelas de todas partes como pude. No deberíamos olvidar que los novelistas más grandes del mundo a menudo estaban influidos por escritores extranjeros: Cervantes por las novelas antiguas griegas, Shakespeare por las novelas breves italianas, Henry Fielding por Cervantes, Lawrence Sterne por novelistas franceses del siglo XVII. Para apreciar bien sus trabajos, deberíamos aprender sobre los libros que los inspiraron.
Las partes más complicadas fueron las que tienen que ver con la Edad Media y la ficción del Oriente lejano. Aunque conocía la historia europea, su religión y su filosofía, necesité aprender por mi cuenta sobre esos temas cuando aparecían en las novelas orientales. Ésas son las secciones de las que me siento más orgulloso. Después de que saliera el primer volumen, un especialista en literatura china me escribió para decirme que mi capítulo sobre la historia de la novela china fue la mejor explicación no especializada que jamás había leído. Y en el nuevo volumen, me siento orgulloso con las catorce páginas dedicadas a la novela del XVIII escrita por Cao Xueqin, Sueño en el pabellón rojo, una obra gigantesca (2.500 páginas) comparable a la novela de Proust.
Dicho esto, disfruté releyendo novelas inglesas del siglo XVIII, como por ejemplo Viajes de Gulliver (Jonathan Swift), Tom Jones (Henry Fielding) y especialmente Tristram Shandy (Laurence Sterne), que no había leído desde la universidad. Ésas son las que me acompañaron en mi viaje.

A.L.: Usted, hasta donde sé, escribe sin la ayuda de un equipo de trabajo. ¿Se siente como el Harold Bloom de la historia de la novela?
S.M.: Sí, me siento mucho más cercano a críticos como Harold Bloom que a los trabajadores de los laboratorios literarios y teóricos que predominan en este ámbito. Tengo la impresión de que leen más libros sobre teoría literaria que novelas de verdad. Las personas como Bloom o yo mismo podemos estar equivocadas en algunas cosas, pero desplegamos una pasión por la literatura que se echa en falta en los asépticos tratados académicos.

A.L.: ¿Cómo investiga y cuáles son sus principales influencias? Sé que cita a Moretti y a Margaret Anne Doody.
S.M.: Primero miro las historias generales de un periodo y me instruyo antes de escribir. Casi había terminado el primer volumen cuando apareció la traducción inglesa de la historia de la novela de Moretti, así que no me influyó. La obra de Margaret Doody es excelente, pero demasiado estrecha: muestra cómo las novelas griegas y romanas influyeron en las novelas europeas posteriores, pero no tiene nada que decir sobre otros periodos y nacionalidades que yo he cubierto.

A.L.: Aquí estudiamos literatura española y no literatura universal. ¿Cambiaría eso?
S.M.: Supongo que lo más natural es empezar con la literatura del propio país; Shakespeare, por ejemplo, juega un papel tan esencial en la cultura angloamericana que parecerías un tonto si no conoces su obra, pero nadie espera que conozcas a Calderón o a Lope de Vega. Si eres un estudiante serio de literatura, o un profesor de literatura, deberías al menos estar familiarizado con la literatura universal, incluso si no has tenido tiempo de leer las obras. Ése es otro propósito de mi libro: te dará una buena perspectiva general de lo que se ha escrito fuera.

A.L.: ¿Alguna recomendación de novelas españolas?
S.M.: Don Quijote es la única novela previa a 1800 que había leído en el pasado. Me gustó Tirante el Blanco de Joanot Martorell tanto como al cura de Don Quijote. Me llamaron la atención los intentos de escribir novelas únicamente en forma de diálogo como La Celestina (Rojas), Retrato de la lozana andaluza (de Francisco Delicado, como me contó Julián Ríos) y La Dorotea (Lope de Vega). Sólo se ha traducido al inglés una parte de La pícara Justina de Francisco López de Úbeda, pero era algo magnífico, al iugal que La Vida del Buscón de Quevedo. Me impresionó mucho Marcos de Obregón de Espinel y los dos libros de María de Zaya. Fray Gerundio de Campazas de José Francisco de Isla era algo tremendo. Envidio vuestra capacidad para leer los originales de esas maravillosas obras.

28 de junio de 2013
Andrés Lomeña

martes, 25 de junio de 2013

ENTREVISTA A FEONA ATTWOOD SOBRE "PORN STUDIES"

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lunes, 24 de junio de 2013

ENTREVISTA CON GUY STANDING, AUTOR DE "EL PRECARIADO".

Compren el libro.
Léanlo.

La mayoría somos parte del precariado.

¡Precarios del mundo, uníos!

ENTREVISTA CON GUY STANDING

ANDRÉS LOMEÑA: Usted describe las cuatro “aes” del precariado: aversión, anomia, ansiedad y alienación. ¿Quiénes son los precarios más indefensos en este momento?
GUY STANDING: El precariado consiste en millones de personas que están inseguras y que carecen de una “identidad ocupacional”. A menudo están limitadas a pedir ayuda casi todo el tiempo. En ese contexto, las personas con discapacidades son las que atraviesan más dificultades. En algunos países están siendo marginadas y se les niegan unos subsidios que podrían darles dignidad.

A.L.: En su libro critica a los neoliberales, pero también a los socialdemócratas anticuados y a los sindicatos. ¿En qué creer entonces y qué se puede hacer en esta difícil situación?
G.S.: Es esencial darse cuenta de que estamos en el punto crítico de la Transformación Global. Las viejas estrategias políticas están desacreditadas, incluyendo tanto la socialdemocracia como el neoliberalismo. Tenemos que darnos cuenta de que ésta es una situación de incertidumbre e inseguridad crónica en la que el alcance de las desigualdades no tiene precedentes.
Ya no podemos esperar que los salarios crezcan de verdad en Europa. La globalización significa que nuestros salarios caerán hasta los niveles de las economías de los mercados emergentes (cuyos salarios crecerán paulatinamente). En esas circunstancias, cada vez más ingresos llegarán del capital y de los mercados financieros. Tenemos que encontrar formas de compartir esos ingresos, a través de fórmulas como la Renta Básica o el reparto de participaciones.

A.L.: ¿Por qué resulta tan complicado acabar con las guerras internas del precariado? Los parados a veces tienen resentimientos contra los que trabajan por un salario bajo, y éstos contra quienes reciben subsidios.
G.S.: El precariado es una clase que está en proceso de formación. En otras palabras, aquellos que la conforman tienen relaciones laborales similares, inseguridades parecidas y situaciones idénticas en su pérdida de derechos. Sin embargo, el precariado comprende tres grupos que aún tienen que identificar a los otros.
El primero es el de las personas que se han descolgado de la antigua clase obrera. Se sienten frustrados y miran hacia la generación de sus padres. Tienden a escuchar a los populistas que culpan a los inmigrantes o a otras minorías étnicas y pueden llegar a votar por políticos neofascistas. El segundo grupo consiste en los inmigrantes, las minorías y aquellos que tienen discapacidades; éstos por lo general agachan la cabeza y se concentran en sobrevivir, pero están enfadados y angustiados. El tercer grupo consiste en los que han recibido una buena educación, mayoritariamente jóvenes, pero también se incluyen otros. Están experimentando una sensación de frustración por la falta de estatus. Son incapaces de construir una vida. Están buscando una nueva agenda política progresista. Ellos son el futuro.

A.L.: ¿Cómo afecta el nepotismo al precariado?
G.S.: Me temo que en una sociedad de clases fragmentadas en la que una pequeña minoría está ganando aún más ingresos y bienestar, los privilegios pasarán de un miembro a otro de esa minoría. Habrá circuitos cercanos de privilegios. Sabemos que la movilidad social de los estratos más bajos de la sociedad es muy baja en estos días.

A.L.: ¿Es su propuesta de desmercantilizar el trabajo la misma que la de Ulrich Beck cuando hablaba de implantar un “trabajo cívico”?
G.S.: No. Creo que fue un gran error de la socialdemocracia del siglo XX (el laborismo) intentar desmercantilizar el empleo (la actividad del trabajo alienado) antes que tratar de desmercantilizar la fuerza de trabajo (las personas en tanto que trabajadores). Deberíamos hacer que el trabajo estuviera plenamente mercantilizado, haciendo que la remuneración sea principalmente monetaria, en forma de salarios. Mientras tanto, deberíamos desmercantilizar a las personas facilitando a todo el mundo una Renta Básica para que puedan sortear la situación con una mínima seguridad.

A.L.: La reducción del ocio y del tiempo libre nos está llevando a un declive del capital social. Además, en su análisis repasa la crisis de las universidades y también sugiere que estar conectados todo el tiempo a Internet es como el nuevo opio de los precarios. ¿Se puede frenar esta búsqueda psicopática del beneficio económico?
G.S.: No me gusta el concepto de capital social. La estrategia socialdemócrata del laborismo desmanteló las redes informales con las que los trabajadores alcanzaban tradicionalmente alguna seguridad. Ahora tenemos que confiar en los sistemas de subsidios, que están sometidos a una tremenda presión en todos los lugares. Mientras tanto, la educación se ha mercantilizado. Las universidades están para formar “capital humano”, es decir, personas preparadas para el mercado de trabajo. Así, la gran misión liberadora de la educación superior, la de desarrollar nuestro sentido crítico, está siendo abandonada de manera bastante deliberada. Es trágico.

A.L.: ¿Veremos algún día una Renta Básica en Europa? Tengo allegados que aún se burlan de mí cuando hablo de los argumentos de autores como Philippe van Parijs.
G.S.: Tenemos que luchar por una Renta Básica (un salario mensual de carácter individual, modesto e incondicional) porque ninguna sociedad puede funcionar bien si una creciente proporción de sus miembros se encuentra en la pobreza y tiene inseguridad económica. Yo adopto una visión distinta de la de mi amigo Philippe. Tenemos que ver la Renta Básica como parte de una estrategia redistributiva en la que damos un papel importante a las nuevas formas de representación colectiva. Tenemos que crear fondos con los que ofrecer salarios básicos. Además, yo aboliría todas las ayudas y exenciones de impuestos de las empresas y de la élite más rica.

A.L.: Muchas gracias por sus palabras.
G.S.: El desafío que tenemos por delante es rescatar el “trabajo” del “empleo”. No existe la escasez de trabajo, en el sentido de que todos nosotros queremos trabajar, ser creativos, perpetuarnos, desarrollar nuestras comunidades, etcétera. Lo que resulta problemático es el empleo, el desempeño de puestos en las empresas y los gobiernos. Pensamos que el futuro traerá muchos empleos, pero una parte creciente de éstos estarán mal remunerados y serán inseguros. Tenemos que aprender como sociedad a tratar esos trabajos como algo instrumental, no como algo que nos defina como seres humanos.

24 de junio de 2013
Andrés Lomeña

miércoles, 19 de junio de 2013

ENTREVISTA CON WILLIAM MORGAN SOBRE LA FILOSOFÍA DEL DEPORTE

Esta entrevista podría haber sido mucho más provechosa, pero bueno, hice lo que pude.

ENTREVISTA CON WILLIAM MORGAN

ANDRÉS LOMEÑA: ¿Qué aspectos de la filosofía del deporte considera relevantes?
WILLIAM MORGAN: Para mí, una preocupación central sería la de articular una “teoría normativa” adecuada para hablar sobre los diversos temas éticos que surgen en el deporte. Por una teoría normativa quiero decir un conjunto de estándares o normas con las que evaluar algunas materias como el dopaje, el engaño y otras cuestiones. Sin esos estándares, los temas éticos del deporte desembocan en juegos de poder o en simples gilipolleces. Me temo que en esta parte del mundo el discurso contemporáneo sobre el deporte se parece mucho a esto último.

A.L.: ¿Cuál es exactamente su tesis en Why sports morally matter?
W.M.: Mi postura en este libro es que el deporte bien entendido (lo que implica deporte que no se vea comprometido por los valores del mercado) requiere el ejercicio constante de ciertas virtudes como la imparcialidad, la honestidad y la integridad en la búsqueda de la experiencia atlética. En pocas palabras: el deporte puede servir y de hecho sirve como un “laboratorio moral” donde exploramos formas de lograr la excelencia atlética de maneras moralmente aceptables, e incluso ejemplares. El problema es que la élite deportiva actual está demasiado guiada por preocupaciones económicas y eso socava la posibilidad de practicar los deportes de una forma ética.

A.L.: ¿Qué tipo de relación ve entre el deporte y la religión?
W.M.: Los deportes encarnan muchas de las funciones que la religión realizaba antes de que nuestra sociedad se volviera secular. Estoy pensando sobre todo en la capacidad de algunos deportes para reunir a las personas, dándoles un rasgo de identidad comunitaria con el que siguen y juzgan las acciones que tienen lugar en el campo. Por eso muchas personas se preocupan de lo que pasa en los deportes con una implicación mucho mayor que la que tienen en política.

A.L.: Dicen que filosofar es aprender a morir. ¿Cómo afecta el individualismo a este aprendizaje?
W.M.: Pienso que filosofar es más bien aprender a vivir, a vivir de verdad, pues tensamos concienzudamente nuestras vidas en busca de significado. El deporte es una reafirmación de la vida, incluso cuando la muerte está a la vista en algunos deportes extremos. El mayor problema de mi cultura es el “hiperindividualismo”, la idea de que las grandes hazañas sólo pueden realizarse por individuos que no están en deuda con nadie ni dependen de otros. Ése es un gran error.

A.L.: ¿Cómo explica el aumento de las carreras populares de los últimos años?
W.M.: Las carreras se han propagado en Norteamérica durante mucho tiempo. Esto tiene que ver, en parte, con el ejercicio como modo de vida saludable, y en parte como un esfuerzo de las personas por revalorizar los objetivos de sus vidas anodinas. Buena parte del tiempo que gastan los seres humanos se va en trabajos que no consideran intrínsecamente interesantes ni estimulantes. Eso explicaría por qué un gran número de deportes son tan populares hoy en día.

A.L.: ¿Es la lucha contra el dopaje una batalla perdida?
W.M.: El tema del dopaje es un desastre sin esperanza alguna. El doping continuará mientras alguien pueda hacerse rico en la élite del deporte. Los que se dopan suelen ser más inteligentes que quienes les controlan y van un paso por delante de ellos. Creo que en la próxima década la sociedad tendrá que aceptar el dopaje, tras el perfeccionamiento continuo de los entrenamientos y la nutrición para mejorar en la competición. Esta “gentrificación de las sustancias” en la vida cotidiana ya se está dando con los hombres que toman Viagra para mejorar su virilidad, o con los estudiantes que toman algo para concentrarse en sus estudios. No veo vuelta atrás en esa idea dominante de vivir mejor a través de la química.

A.L.: Zapatero hizo una media maratón en algo menos de dos horas, pero según parece Aznar le sacaría 25 minutos de ventaja en esa prueba. ¿Es el deporte una forma de legitimación de la política?
W.M.: En Sport and Political Ideology, John Hoberman afirma que los líderes políticos de la derecha gozan pensando en ellos mismos en términos de grandeza física, como superatletas capaces de proezas asombrosas. No conozco bien las inclinaciones de esos ex presidentes, pero cumplirían el patrón si tienden a la derecha. En cambio, los líderes políticos de la izquierda suelen verse en términos mucho más cerebrales. Sospecho que los líderes políticos hacen esas cosas para que parezca que son personas ordinarias y que no están fuera del contacto con la población general.

Andrés Lomeña
19 de junio de 2013

lunes, 17 de junio de 2013

ENTREVISTA CON JEROME DE GROOT

Entrevista sobre la novela histórica al autor de "The historical novel".

ENTREVISTA CON JEROME DE GROOT

ANDRÉS LOMEÑA: En El arte de la ficción, David Lodge escribió un capítulo sobre el género “faction” [ficción de hechos: “facts” y “fiction”]. ¿Cuáles son las diferencias entre esos dos géneros gemelos, a saber, la novela histórica y la ficción basada en hechos reales? Este tipo de narrativa se practica, al menos, desde Diario del año de la peste de Daniel Defoe.
JEROME DE GROOT: El “faction” es un gran género y las novelas contrafácticas son también un subgénero interesante. La novela histórica tiene algunas similitudes, pero debe ser más sutil y ambigua; además, la mayoría de novelas históricas incluyen algunos guiños hacia la “realidad”, como una nota del autor o una referencia bibliográfica. Cada autor tiene un modo de acercarse a su labor historiográfica: vemos las decisiones éticas a las que se enfrentan todas las narraciones históricas en el “vacío” que surge entre la realidad y su representación.
¿Está bien escribir sobre gente “real” e inventar cosas? ¿Cómo conciliamos una ficción con nuestro entendimiento de que obviamente tal o cual acontecimiento no es verdadero? Esto también permite que la novela histórica se entienda como un género sobre la naturaleza de la verdad, la autenticidad y la representación; he discutido sobre estos temas para dejar claro que toda narración del pasado es parcial y sesgada.

A.L.: Es casi imposible encontrar una traducción española de Waverley, de Walter Scott. Sin embargo, creo que Ivanhoe, del mismo autor, conserva su popularidad en España. ¿Tiene alguna explicación para la recepción irregular de este autor? Esto es lo que Stephen Greenblatt llamaría un caso de “movilidad cultural”.
J.G.: No, no creo que la tenga. La influencia de Scott fue inmensa durante el siglo XIX, así que tiene que haber alguna forma de seguir la tradición de la novela histórica en España. Por otra parte, las arbitrariedades de por qué los libros se traducen o no son muy complejas dentro del ámbito de la edición contemporánea. Una pregunta más interesante para mí sería qué tipo de “traducción” emprende el autor cuando escribe el pasado, o también cómo es el extrañamiento inherente de leer novelas sobre “otros” pasados (por ejemplo, la historia de determinadas naciones extranjeras). En pocas palabras: ¿cómo me relaciono con la historia española a través de la ficción?

A.L.: La ucronía o historia alternativa se ha hecho cada vez más popular, gracias en parte a las obras de Philip K. Dick o Harry Turtledove, entre otros. El ensayo de Niall Ferguson Historia virtual y el libro de Karen Hellekson The alternate history: figuring historical time refuerzan esta tendencia. ¿Qué problemas tiene la historia alternativa como subgénero?
J.G.: En cierto modo, toda historia es una historia alternativa. Eso es lo que dijo Michel de Certeau sobre la “ficción versus historia”: la escritura permite especular sobre lo “posible”, así que la ficción llegaría a ser, en última instancia, una práctica más sincera. Las historias contrafácticas son muy útiles para meditar acerca de cómo funciona la historia (y cómo se narra el pasado), como hizo Philip Roth en La conjura contra América o Robert Harris en Patria. No obstante, muchas novelas contrafácticas tienden a usar visiones demasiado estáticas del proceso histórico, por lo que son bastante controvertidas como herramienta histórica (también suelen ignorar el desarrollo económico y social como conductores del cambio histórico, centrándose en su lugar en las acciones de un grupo muy restringido de personas).

A.L.: Un capítulo de su libro trata sobre las novelas bélicas. No he podido dejar de acordarme del artículo El matadero de la literatura, de Franco Moretti. Según él, nuestro canon literario debe de ser el 0,5 por ciento de todo lo que una vez se publicó. Habrá que replantearse la investigación de la historia literaria. ¿Echa en falta algún otro subgénero?
J.G.: Hay cientos de novelas perdidas, sobre todo en el siglo XIX, algo que quisiera rectificar, pero como ha dicho Moretti, nunca tendríamos tiempo para leerlas todas. Quizás podríamos usar el análisis de sistemas o la teoría de redes para analizarlas. De todos modos, disfruto de la novela histórica porque me permite escribir sobre cualquier periodo histórico (y a menudo sobre geografía). Hay muchos otros subgéneros prácticamente perdidos, como los libros infantiles.

A.L.: La novela histórica es un género literario que también destaca por sus ventas. Incluso parece que hoy novela histórica y best seller van de la mano. ¿Por qué?
J.G.: En la actualidad, la escritura histórica en inglés está en boga, aunque alguien puede decir que esto es sólo una moda literaria. Se ha recuperado la novela histórica como género; los escritores ilustres solían rehuir de ella, pero esas tendencias suelen ser cíclicas. La novela histórica es ahora una herramienta genuina para el entendimiento del pasado, como se ha demostrado tras el aumento de la atención académica prestada al género (la de los historiadores no ha sido menor). También se da el caso de que se publican cientos de novelas históricas al año (yo escribo críticas de muchas de ellas para History Today) y algunas simplemente están por debajo del “radar académico”, pero tienen un gran alcance y buenas ventas.

A.L.: Lukács fue el primer estudioso de la novela histórica y hasta el momento no tiene continuadores, con la excepción de usted.
J.G.: Creo que deberíamos mirar a ambos lados: a los que escriben sobre la representación histórica y a la historia de forma más general. Lukács sigue siendo magnífico, pero era muy limitado en sus análisis. En cualquier caso, él se acercó al género para comprender la historia (y nuestra experiencia sobre ella), más que estudiar la forma literaria, y me arriesgaría a decir que eso es lo que necesitamos hacer. Un gran exponente de esto es Robert Rosenstone, cuyo History on Film/ Film on History es excelente.

A.L.: Gracias por ilustrarnos sobre “las ficciones del pasado”.
J.G.: Me gusta debatir sobre cómo varía nuestra comprensión del pasado en función de nuestras culturas.

Andrés Lomeña
17 de junio de 2013

miércoles, 5 de junio de 2013

ENTREVISTA DE DOUGLAS RUSHKOFF

"Digifrenia", "fractalnoia" y otros efectos nocivos de los mass media.

ENTREVISTA CON DOUGLAS RUSHKOFF

ANDRÉS LOMEÑA: Ha recibido, entre muchos otros, los premios Marshall McLuhan y Neil Postman. Siento cierta vergüenza porque mis profesores de periodismo nunca me hablaron de su obra cuando yo era estudiante. ¿Se siente como la última gran figura de la “ecología de los medios” y de la escuela de Toronto?
DOUGLAS RUHKOFF: No mucho. Los ecologistas de los medios son muy tardíos. Para ser exactos, ellos dieron conmigo después de que yo publicara mi libro Media Virus. Me preguntaron por McLuchan y cuánta influencia había tenido en mi obra. Tuve que admitir que no le había leído. Entonces empecé a ser invitado a los comités. Yo era el optimista digital, mientras que Neil Postman era el pesimista digital. Así llegamos a ser amigos.
Tus profesores no te hablaron de mí porque en realidad yo no era uno de ellos. Hice teatro en la universidad. No obtuve mi doctorado hasta el pasado verano y lo hice por pura diversión. No soy un académico, así que la mayoría de los académicos ven mi obra como algo poco riguroso, pero tiene la rigurosidad de la conexión real con el mundo, los medios de comunicación y la cultura. Eso se acerca mucho al modo de trabajo de McLuhan: escribe primero, pon las notas al pie a continuación. Así que en ese sentido soy un continuador.

A.L.: ¿Qué piensa de Clay Shirky, Chris Anderson y otros pensadores “tecnoutópicos”? ¿Qué me dice de Nicholas Carr y Mark Bauerlein, o de cualquiera que cree que nuestros cerebros están sufriendo ciertos cambios como consecuencia de las nuevas tecnologías?
D.R.: Me gustan Clay, Chris, Nicholas y Mark. Pienso que se les ve como pro o antitecnología, lo cual es una trampa. No sé hasta qué punto son ellos los responsables o en qué medida es la forma en que a los periodistas les gusta cubrir las cosas... siempre polarizadas. Si escribes artículos donde dices cosas como “Google nos hace tontos”, vas a ser visto como un opositor a la tecnología. Prefiero no criticar tanto las tecnologías como la forma en que las usamos. No me saca de quicio la bandeja de entrada de mi correo electrónico; me sacan de mis casillas las personas al otro lado de esos emails porque esperan que responda inmediatamente, como si ellos me estuvieran llamando al teléfono.

A.L.: No quiero perder la oportunidad de preguntarle por Morozov. El grupo de sociología al que pertenezco suele debatir acaloradamente sobre él.
D.R.: Mi opinión sobre él cambió cuando me vi en el lado equivocado en una de sus críticas. Me da la sensación de que está un poco desesperado por recibir atención e intenta captarla atacando a las personas. Sé cómo funciona esto y estoy seguro de que yo lo hice en el pasado. Solía escribir artículos explicando que un ciberexperto era mala persona por aquello en lo que creía... Eso es lo que en Internet se conoce como un “troll”. Consigues atención atacando a cualquiera que sea popular. El caso de Morozov es una vergüenza porque creo que es una de las personas más brillantes a la hora de reflexionar sobre las relaciones entre la red, la democracia y la acción social. Es muy difícil (básicamente imposible) enfrentarse a él.

A.L.: ¿Es El shock del presente su obra maestra? Supongo que es una especie de homenaje crítico a El shock del futuro de Alvin Toffler.
D.R.: Sí, es mi magnum opus. Al menos es lo mejor de lo que soy capaz. Creo que siempre será considerado mi mejor libro (no quiero decir que no vaya a escribir otros, pero éste dice probablemente todo cuanto tenía que decir). No es tanto una crítica o un elogio a El shock del futuro como su sucesor. El futuro fue hace diez minutos. Estamos en una fase diferente, con un desafío temporal distinto. Estamos viviendo de muchas maneras dentro del futuro que Toffler describió. No es algo que se aproxime a nosotros, es algo en lo que estamos inmersos. Y eso es muy distinto. Además, ya no estamos volcados hacia el futuro. Estamos aquí, en el presente. No hay futuro. Sólo existe el ahora. Eso es diferente.

A.L.: En El shock del presente ha descrito cinco importantes efectos narcóticos de los medios de masas: el colapso narrativo, la “digifrenia”, el pasarse de rosca [overwinding], la “fractalnoia” y el apocalipsis. Siempre cabe preguntar: ¿Qué deberíamos hacer? ¿Abrazar el movimiento a favor de la lentitud?
D.R.: Desacelerar es una buena estrategia. Es una gran idea para imponerse un ritmo en el mundo, pero no es apropiado en todas las circunstancias. A veces quieres hacer las cosas deprisa. Una pregunta más importante es cómo permitir que tu propio sentido del tiempo dicte las cosas, antes de que un reloj dicte todo lo que haces. Hay que conectarse al ritmo natural de las personas, e incluso al día y a la noche, o a la luna, más que a los números de algún reloj. Hay muchos relojes dentro de la persona, muchos ritmos que ignoramos por nuestra cuenta y riesgo.
Esto es muy fácil. Mira al cielo ocasionalmente. Recuerda que el tiempo no es algo genérico. No te conformes con tus tecnologías; haz que tus tecnologías se acomoden a ti. Los humanos son lo que está en juego, no nuestros microprocesadores.

A.L.: ¿Alguna recomendación que no debamos pasar por alto?
D.R.: Honradamente, sugeriría hacer algo como yoga o taichí. Cualquier cosa que estimule un poco el acto de escuchar los ritmos internos de uno mismo. Pienso que aprender a programar (o, al menos, entender de verdad un dispositivo digital) es también una idea realmente buena. Hace que esas máquinas parezcan menos “sabelotodo”. También animaría a las personas a no estar siempre “en línea”. Aléjate de tus cacharros. No vivas en un estado de miedo permanente a sufrir “desconexiones”. No es divertido.

5 de junio de 2013
Andrés Lomeña

sábado, 1 de junio de 2013

ENTREVISTA CON BOB BLACK, AUTOR DE "LA ABOLICIÓN DEL TRABAJO".

ENTREVISTA A BOB BLACK

ANDRÉS LOMEÑA: En 2013, una editorial española ha publicado su manifiesto La abolición del trabajo. En ese texto critica al marxismo y al capitalismo porque ambos creen en el mito de la producción. Usted proponía, nada más y nada menos, “no trabajar”. Un amigo mío le critica sin haber leído su obra porque, según él, es probable que usted tenga trabajo. Sería interesante que nos contara algún dato biográfico para hacernos una idea de la persona con la que tenemos el gusto de compartir esta conversación.
BOB BLACK: Si tuviera un empleo, mi crítica del trabajo sería más creíble, no menos. De ese modo, tendría alguna experiencia personal en lo que estoy criticando. La observación de tu amigo es irrelevante, un mecanismo de distracción que protege la institución laboral. La abolición del trabajo no es un manual sobre cómo salirse del sistema; no soy un “orientador vocacional” ni tampoco uno antilaboral. Escribí una crítica del trabajo, no una crítica de los trabajadores. No aconsejo a ningún individuo cómo desenvolverse en un mundo dominado por el trabajo. Critico el trabajo como una institución y también critico las ideologías que glorifican el trabajo o que lo ignoran, tanto si son calvinistas, marxistas o anarcosindicalistas. Eso es lo que quise decir cuando escribí: “Todas las ideologías son conservadores porque creen en el trabajo”.

A.L.: ¿Cómo se puede abolir el trabajo? Pienso en Lenin y en que la revolución será mundial o no será. La fuerza de los trabajadores vencerá a los “desempleados voluntarios” si éstos no tienen un alcance global. En todo caso, la pregunta que todos se hacen es: ¿Cómo vivirían las personas que no trabajan?
B.B.: Lo que estás preguntando realmente es: ¿Cómo hacer una revolución social? No dije mucho sobre eso en mi ensayo sobre la abolición. Cuando lo escribí, muchas personas discutían, al igual que Lenin, sobre “qué hay que hacer”. Casi nadie hablaba sobre qué hacer después del “qué hay que hacer”. El marxismo ridiculizó el socialismo “utópico” por especular sobre cómo deberíamos vivir después de la revolución. Luego, lo que ocurrió es que algunos marxistas dirigieron estados (algunos todavía lo hacen). Ya nadie puede afirmar de manera convincente que los estados marxista-leninistas estaban traicionando al marxismo porque, ¿dónde dice Marx que lo que estaban haciendo esos estados no fuera marxista? Ahora son los socialistas utópicos los que parecen realistas y los socialistas científicos parecen bobos que se engañan a sí mismos. La revolución es un arte, no una ciencia.
Creo que la propagación de la “retirada del trabajo” (la “huelga general”) es esencial para el derrocamiento de los estados y la parálisis del capitalismo. Fueron los mismos medios que derrocaron el comunismo de Europa del Este, aunque aquellas sólo eran revoluciones políticas. ¿Qué mejor forma de empezar la abolición del trabajo que el rechazo general al trabajo? Tal y como dije una vez, lo que nosotros queremos es una Huelga General que nunca acabe.

AL: Numerosos críticos sostienen que estos pensamientos son pura ciencia-ficción política, como en las novelas de Úrsula K. Le Guin. ¿Es utópico el postanarquismo?
B.B.: En primer lugar, no soy un “postanarquista”. A pesar de haber leído varios libros postanarquistas, no entiendo qué significa el postanarquismo. La culpa no es mía. Se supone que los postanarquistas describen algunas críticas del llamado anarquismo clásico, pero todas esas críticas se han hecho (yo, sin ir más lejos, he hecho la mayoría de las mismas) antes de que hubiera profesores universitarios que se hacían llamar a sí mismos postanarquistas. El postanarquismo es posiblemente un fenómeno exclusivo de los campus universitarios. El “postanarquismo” es, en el mejor de los casos, el anarquismo postizquierdista expresado, no muy bien, en jerga postmoderna. Y a menudo, no es ese el caso.
En cuanto a Úrsula K. Le Guin, La mano izquierda de la oscuridad es el único libro que he leído de esta autora porque es explícitamente anarquista... y lo leí hace cuarenta años. ¡Ese libro es tan viejo que no puede ser postanarquista! Como explicación de una sociedad anarquista, “Anarres” era, para mí, decepcionante... y yo no era anarquista aún. Su descripción de un mundo anarquista era una sociedad de trabajos duros y un bajo (y ascético) nivel de vida; había comunidades que eran como monasterios medievales, pero sin abades. Se escribió en la misma época en la que ciertos antropólogos (el padre de Le Guin era un famoso antropólogo) como Marshall Sahlins (en La sociedad opulenta primitiva) mostraban que en la mayoría de sociedades de cazadores-recolectores, que eran anarquistas, había mucho menos trabajo, y que éste era más diverso y estimulante que en cualquier momento histórico posterior de sociedades más complejas. Eran ricos, en el sentido de una vida rica, sin mercancías.
Le Guin no es, para mí, lo suficientemente utópica.

AL: ¿Apoyaría una Renta Básica Universal? Phillipe Van Parijs piensa que esta propuesta es una solución ética y una vía comunista al capitalismo.
B.B.: El ingreso garantizado es una idea verdaderamente conservadora, lo cual no equivale a decir que sea una mala idea. En Estados Unidos, la idea fue promovida por el economista conservador Milton Friedman en los años sesenta. Fue aceptada por la administración republicana del presidente Richard Nixon y se propuso en el Congreso. Una de las justificaciones era eliminar todos esos programas burocráticos caritativos para la gente pobre, lo cual ahorraría muchos gastos generales administrativos y solamente se le daría a las personas un mínimo con el que empezar. En realidad, sería más barato que los actuales programas. En la versión de Friedman, esto se iba a implementar a través del sistema impositivo federal como un “impuesto negativo” para personas que fueran demasiado pobres para pagar sus impuestos. Pero esto no se aprobó. Los capitalistas destacan por sus errores a la hora de comprender y mantener sus propios intereses liberales a largo plazo. Ésta es una de las pocas razones para la esperanza.
Mi actitud como anarquista (como mi propio modo de anarquista) es que no tengo problemas con nadie que consiga dinero fuera del estado, siempre y cuando no devuelva al estado nada, donde incluyo la gratitud. Una vez escribí: “¿Por qué no morder la mano que te da de comer? El sabor es excelente”. Así que respondiendo a tu pregunta: no, no “apoyo” el ingreso garantizado, pero cobraría los cheques.

A.L.: El anarquista Hakim Bey cree que el poder revolucionario del ciberespacio está muerto desde hace tiempo. ¿Dónde reside la fuerza para el cambio social ahora?
B.B.: Hakim Bey tiene una larga trayectoria abrazando novedades del presente como otro avance cualitativo hacia un futuro libre. Se entusiasmó con la afinidad entre su “anarquismo ontológico” y la “teoría del caos”, que era un tema candente para los físicos de la época. Estoy seguro de que él no entendía mejor que yo la teoría del caos, lo que equivale a decir que no entendía nada. Le gustaba la sonoridad de la expresión “teoría del caos”. Después de eso, el idealismo tomó el mando. Ni los anarquistas ontológicos ni los físicos del caos se prestan atención. Pocos anarquistas y ningún físico lo hizo en su momento.
Es lo mismo con el entusiasmo inicial de Bey por el ciberespacio. El ciberespacio no es, después de todo, la frontera final. El concepto de “frontera”, no en el sentido inglés de borde, sino en el sentido norteamericano de lugares que están temporalmente más allá, fuera de la sociedad convencional y de la autoridad, anticipan la supresión de los espacios autónomos por la sociedad urbana. La sociedad de la frontera es una sociedad temporal. No son las zonas temporales autónomas de Bey con el empuje gravitacional de la sociedad y donde la mayoría de los hombres de frontera esperan volver a ingresar. No es imposible ser controlado, mercantilizado o censurado en el ciberespacio. No puede ser imposible porque ya ha ocurrido de las peores maneras. Cualquier cosa real tiene que ser posible.
¿De dónde surgirá la energía para el cambio social? Yo he aprendido el ejemplo de Hakim Bey, así que no voy a seguirle. Como uno de mis profesores de derecho me enseñó a decir cuando fuera interrogado: “Todo lo que estoy diciendo es que no estoy diciendo nada”.

A.L.: ¿Qué podemos esperar de las ONG? Parece que algunas sólo trabajan para mantener sus puestos de trabajo.
B.B.: No espero nada de las organizaciones “no gubernamentales”, más que nada porque operan en un campo social capitalista y estatal y no podría hacerse de otro modo. En todas las organizaciones burocráticas, el objetivo primordial es la perpetuación. Esto no es una insana polémica anarquista, es lo que lees en la aburrida literatura sociológica sobre organizaciones. Algunas veces, la única forma de funcionar fuera del mercado como una organización no gubernamental es siendo una organización gubernamental, como hizo la organización sionista en Palestina y más recientemente la organización nacionalista árabe, también en Palestina. No se suele pensar en los jemeres rojos o en los sandinistas como una organización, pero ¿por qué no? ETA es otro ejemplo: siempre hay entre bastidores un suplente esperando la oportunidad de entrar en el escenario.
Hay más formas comunes de organización sin ánimo de lucro para adquirir la inmortalidad. He aquí un ejemplo: en los años cincuenta Estados Unidos tenía algo llamado marzo de centavos [March of Dimes], que movilizó a los niños para ir puerta a puerta a pedir dinero para encontrar una cura contra la polio.
Esto era algo emotivo para todo el mundo porque veías a las víctimas lisiadas por la polio y la maravilla de esos niños ayudando a los más desafortunados. Luego llegó el desastre para el marzo caritativo. ¡El doctor Jonas Salk descubrió una vacuna para la polio! Como se cumplió este propósito, la organización se salió del negocio, ¿no? Craso error. Cambió su objetivo por los “defectos de nacimiento”, que eran de muchos tipos y que respondían a diversas causas. Siempre habrá algunos defectos de nacimiento con los que gastarse el dinero, después de la prioridad de los gastos administrativos y los gastos en relaciones públicas. Los medios justifican los fines.
Enviar dinero a OxFam o Amnistía Internacional te hará sentir menos culpable por tener tanto dinero que puedes permitirte repartir algo. Espero que ayude a las personas, pero no tienen la capacidad de cambiar el mundo.

AL: ¿Qué me dice del anarquismo y la cultura popular?
B.B.: La relación del anarquismo con la cultura popular en los últimos años (¡en los últimos cincuenta años!) es problemática del mismo modo en que lo fue en 1890. Los anarquistas de los años sesenta, en parte porque eran pocos, en parte porque estaban viejos y desanimados, fracasaron a la hora de ser fuertes dentro de la Nueva Izquierda e incluso dentro de la contracultura, la cual era “anarquista” (dicho por sus admiradores, pero especialmente por sus detractores), aunque no era distintivamente anarquista. En los años setenta, una nueva subcultura juvenil afloró: el punk. Todas las cosas terribles que esos jóvenes habían escuchado sobre la anarquía sólo les hacía estar más interesados en ella. La subcultura punk, incluso más que la subcultura hippie, se centró en la música. Algunas de las bandas, como sabemos (eso es parte de la leyenda), empezaron cantando a la anarquía y flirteando con los símbolos. Muchos de ellos sólo estaban siguiendo la tradición vanguardista (advertencia: ¡Estoy siendo irónico!) de conmocionar a la sociedad más respetable, ya fuera de forma sincera o por notoriedad. En cualquier caso, las ideas y las actitudes anarquistas hundieron sus raíces en la subcultura punk, que ha producido algunos anarquistas serios durante un largo periodo. Si el movimiento anarquista de hoy en día es pequeño, más pequeño aún era antes del punk.
Ésas son las buenas noticias. Las malas es que la identificación del punk con el anarquismo, aunque sólo es una contingencia histórica y expandió el ambiente anarquista, también lo encerró y lo constriñó. Las ideas anarquistas ya son difíciles de aceptar y de tomárselas en serio para la mayoría de la gente, aunque no son difíciles de comprender. Si los mensajeros de esas ideas son jóvenes, ruidosos, visten de forma grotesca, están tatuados de manera tribal y hablan como si tuvieran todas las respuestas, entonces levantan barreras culturales que se suman a las poderosas barreras ideológicas. Esto no es una crítica a quienes viven como les place, es una observación sobre las fortalezas y debilidades del anarquismo actual.

A.L.: ¿Qué opina, en pocas palabras, de Obama? Podría preguntarle por muchos otros personajes como Richard Stallman, David Graeber, Michael Moore o George Soros.
B.B.: Voy a rehusar la invitación de ofrecer “unas pocas palabras” sobre Barack Obama, Michael Moore, George Soros y otros. Podría hacer eso en televisión, pero no en papel. Sin embargo, puedo decir algo general sobre esas estrellas. Como observó Karl Kraus: “Hay muchísimo sobre lo que permanecer en silencio”.

A.L.: Muchísimas gracias. ¿Alguna pregunta importante que haya olvidado hacerle?
B.B.: No se me ocurre ninguna. ¡Enhorabuena por el trabajo bien hecho!

Andrés Lomeña
1 de junio de 2013