sábado, 25 de enero de 2014

ENTREVISTA CON ALEXANDER BEECROFT

ENTREVISTA CON ALEXANDER BEECROFT

ANDRÉS LOMEÑA: Su obra Authorship and Cultural Identity in Early Greece and China es verdaderamente ambiciosa. En ella recorre algunos circuitos literarios a partir del concepto de autoría. Señala que los análisis literarios a menudo incurren en una “falacia biográfica inversa”, la presunción de que todas las anécdotas esconden una falacia biográfica. Usted sostiene que las anécdotas biográficas pueden mostrarnos una “poética implicada”, es decir, ofrecernos información contextual y sociológica. Menciona al legendario Homero y cómo su ceguera expresa indirectamente la forma de escritura de este “autor” [sic]. Me gustaría saber hasta qué punto podemos extrapolar su teoría. Pienso en anécdotas biográficas como las de Kant y su encierro en Königsberg o en Foucault y sus experiencias sexuales.
ALEXANDER BEECROFT: Las ideas que desarrollé en mi libro salieron de contextos culturales muy específicos: la Grecia clásica y arcaica por un lado, y por otro China en el periodo de los Reinos Combatientes y bajo la dinastía Han. Sin embargo, los ejemplos de Kant y Foucault me parecen muy sugerentes y me gustaría pensar acerca de otros casos similares.
La sabiduría popular que rodea a escritores y artistas de tiempos más actuales también parece sugerir una poética implicada: aquí me viene a la mente la leyenda de los manuscritos de Mozart sin cambios ni correcciones, mientras que los de Beethoven estaban repletos de tachaduras y modificaciones. Tanto si la leyenda es verdad como si no lo es, representa una narrativa elegante sobre nuestras concepciones en torno a la autoría clásica frente a la romántica. Pensar de este modo en contextos más actuales requeriría delicadeza con las evidencias que tenemos a nuestra disposición; hay manuscritos de Mozart y de Beethoven, por lo que la verdad de la anécdota importa, al igual que su significado cultural.

A.L.: Su proyecto intelectual versa sobre los sistemas literarios. Su propuesta tipológica (compuesta por seis modos) parece que va más allá de los estudios de Franco Moretti y Pascale Casanova. Me imagino que hablará de todo eso en su próximo libro, An Ecology of World Literature: From Antiquity to the Present Day. ¿Qué puede contarnos sobre el desarrollo de esa obra?
A.B.: Tengo un contrato con Verso Books y debería publicarse este otoño. Describí esos seis modos brevemente en un artículo de hace varios años: “World Literature Without a Hyphen: Towards a Typology of Literary Systems” (New Left Review 54: Nov-Dec. 2008, 87-100). Básicamente, cada uno de esos tipos es un medio por el que han circulado las literaturas en diferentes periodos históricos:
1. El modo epifórico o local: el imaginario “grado cero” de la circulación literaria, donde los textos circulan sólo dentro de una sociedad a pequeña escala que los produce.
2. El modo pancórico (generalizado por la idea panhelénica), donde un lenguaje literario compartido circula por un conjunto de comunidades políticas a pequeña escala (como en la Grecia clásica y en la China de los Reinos Combatientes).
3. El modo cosmopolita, donde un único lenguaje literario opera en una vasta región en la que no se habla esa lengua, ya sea un gran imperio mundial o una serie de estados que aspiran a ese estatus (aquí estoy en deuda con la noción de “cosmópolis del sánscrito” de Sheldon Pollock).
4. El modo vernáculo, donde los lenguajes literarios regionales salen a competir contra un lenguaje cosmopolita existente.
5. El modo nacional, surgido en la Europa de después de 1789, donde el destino de la literatura está ligado al Estado-nación y donde los lenguajes cosmopolitas quedan atrás.
6. El modo global: un futuro imaginario donde la literatura circula sin fronteras y donde algunos lenguajes a gran escala (como el inglés y el español) proporcionan el medio para la expresión literaria sobre grandes regiones del mundo.
Considero que las obras de Casanova y Moretti pertenecen a la categoría de literatura nacional. Lo que estoy haciendo ahora es extender un análisis similar a otras regiones y épocas. Finalmente, me gustaría sugerir que la literatura universal como práctica académica debería encargarse de todas estas cuestiones de la circulación literaria en sus contextos “ecológicos” (contextos sociales, culturales, políticos y ecológicos).

A.L.: ¿Establece alguna relación entre esa literatura “mundial” y la teoría de los mundos de ficción? Los mundos ficcionales podrían ser un concepto útil para hablar sobre la circulación literaria, ya que la estructura narrativa de un mundo imaginario es, de algún modo, como la poética implicada que usted describe: el mundo literario proporciona una serie de informaciones contextuales condensadas.
A.B.: No he profundizado en los mundos creados por la literatura porque el núcleo de mi obra es entender cómo las literaturas dan forma al mundo exterior. Hay muchas ficciones contemporáneas que muestran las relaciones entre el microcosmos del mundo literario y el sistema-mundo dentro del cual el texto circula. Por ejemplo, interpreto 2666 de Roberto Bolaño como una forma de hallar mapas de distintos tipos de circulación: la circulación económica explotadora de las fronteras entre México y Estados Unidos, la circulación de los cuerpos femeninos, así como la circulación del intercambio cultural e intelectual entre los académicos europeos cuyas vidas componen la primera parte de la novela.

A.L.: Ocupa un cargo en la American Comparative Literature Association, así que seguramente ha leído a todos los ganadores del premio René Wellek. ¿Qué valoración hace de las obras que han ganado en los últimos años?
A.B.: No estoy en el proceso de selección del premio Wellek y he de decir que hace dos años la ACLA cambió el formato de sus premios. Solíamos ofrecer un premio para la mejor “historia literaria” y otro para el de mejor “teoría literaria”; ahora premiamos una ópera prima (el premio Levin) y también al mejor libro de la disciplina (el premio Wellek, que puede ser una ópera prima también).
En aquel momento teníamos la convicción de que la historia y la teoría ya no ofrecían una explicación completa de lo que se hace en literatura comparada, aunque algunos ganadores recientes, como Auerbach en Turquía, nos muestra que la historia literaria también es teoría literaria y viceversa. Las investigaciones que combinan esas dos formas de trabajo constituyen una de las direcciones que está tomando la disciplina últimamente, aunque hay muchas otras. La ACLA está empezando a compilar un informe del estado de la disciplina que será muy inclusivo e interactivo. Se invitará a todo el mundo para que participe a través de la web. Tengo muchas ganas de saber qué están investigando en otros lugares.

A.L.: Leí su carta abierta en protesta por el cerco económico al que están sometidas las humanidades. ¿Cómo frenar esta hemorragia cultural?
A.B.: Los griegos discutieron sobre el valor de la cultura y los intelectuales de la Europa moderna han defendido la poesía, como mínimo, desde el Renacimiento. Creo que la crisis económica que empezó en 2008 ha añadido algo de premura a esas viejas discusiones. Además de las preocupaciones económicas y prácticas, tenemos que defender públicamente el valor de las humanidades y de las ciencias sociales. No podemos aceptar el valor que el público asigna a lo que hacemos. El celo por nuestra retórica es importante, pero además debemos escribir con mayor frecuencia a audiencias más amplias para que se impliquen en las cuestiones sobre las que pensamos.

25 de enero de 2014
Andrés Lomeña

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