domingo, 7 de diciembre de 2014

ENTREVISTA CON NICHOLAS CARR

Sobre la automatización y los peligros de las nuevas tecnologías.

ENTREVISTA CON NICHOLAS CARR

ANDRÉS LOMEÑA: Me ha decepcionado el título en español de su último libro. Atrapados es menos acertado que su verdadero título en inglés, The Glass Cage (La jaula de cristal). Me imagino que es una referencia a la jaula de hierro de Max Weber.
NICHOLAS CARR: La inspiración para el título La jaula de cristal viene en realidad del mundo de la aviación. Los pilotos actuales dicen que trabajan en “cabinas de cristal”, una referencia al hecho de que están rodeados de ordenadores y la mayor parte de su trabajo implica manejar esas pantallas más que pilotar aviones. Me pareció una buena metáfora sobre cómo la mayoría de nosotros estamos viviendo a través de interacciones con el software y las pantallas. También hay un eco a la jaula de cristal de Weber. Como en la jaula de Weber, la jaula de cristal trata sobre la confusión entre medios y fines. La automatización facilita la satisfacción de nuestros deseos como consumidores, pero nos roba la textura y el significado de las verdaderas experiencias.

A.L.: ¿Es el momento actual una cibernética de tercer orden?
N.C.: Hay un par de diferencias importantes entre lo que está ocurriendo en la actualidad y lo que ocurrió en la historia temprana de la mecanización y la automatización. En primer lugar, la automatización se está trasladando a esferas intelectuales (el trabajo de percibir, analizar y juzgar) como resultado de los avances en informática e inteligencia artificial. En segundo lugar, ciertos algoritmos ocultos están sustituyendo el trabajo. Las tecnologías anteriores que suponían un ahorro en el trabajo eran máquinas con objetivos obvios. No se ocultaban sus intenciones. Los algoritmos del software incorporan las intenciones de los programadores y de sus empleados, pero es imposible para el usuario discernir esas intenciones y saber cómo afectan al software. Tanto si hablamos de la automatización de la sociabilidad de Facebook o de la automatización del descubrimiento de información de Google, ahora somos dependientes de “máquinas” que no comprendemos, lo que aumenta las posibilidades de manipulación.

A.L.: Ha escrito que las tecnologías ya no suponen una gran ventaja comparativa. ¿Qué me dice del ámbito educativo?
N.C.: Lo que escribí en Does IT Matter? es que ciertas tecnologías están condenadas a ser infraestructuras. Su valor depende más de su difusión y estandarización que de su naturaleza privativa, de ahí el declive de su potencial para ofrecer una ventaja comparativa cuando maduran. Esto fue así con las vías de tren y la electricidad, por ejemplo, y creo que también es verdad para la informática. No creo que esa observación tenga una gran relevancia para la educación, pero existe una fe continua y mal entendida en las tecnologías de la computación como una panacea educativa, a pesar de la falta de evidencia de que la inversión agresiva en tecnología proporcione beneficios a los estudiantes. Aunque los ordenadores juegan un rol importante en la educación, pienso que las escuelas deberían ser más un refugio de los medios tecnológicos que una extensión de los mismos.

A.L.: Jeremy Rifkin y otros autores han hablado de cómo afectan las tecnologías al empleo. ¿Qué podemos hacer o esperar del futuro inmediato? Algunos ya hablan de implantar una renta básica de ciudadanía.
N.C.: El empleo y los salarios permanecen muy atados a los ciclos económicos y en Estados Unidos vemos algunos signos esperanzadores en el mercado de trabajo, así que no creo que el futuro inmediato sea sombrío. A largo plazo, las predicciones son menos prometedoras, ya que no hemos visto que los avances en la informática se trasladen en nuevas categorías de empleos bien remunerados. Es fácil hablar de rentas básicas o ingresos mínimos garantizados, pero una política así sería extremadamente negativa. Tal y como sostengo en Atrapados, me sorprende que un mundo sin empleo sería más una distopía que una utopía, incluso si las personas tuvieran rentas garantizadas.

A.L.: El espíritu de su libro me recuerda a La ballena y el reactor de Langdon Winner. ¿Qué obras nos recomendaría?
N.C.: El libro Tecnología autónoma de Winner me ha influido mucho porque proporciona un valor incalculable sobre nuestras percepciones de automatización, así como sobre los efectos de la automatización. Evgeny Morozov y Jaron Lanier han descrito adecuadamente los efectos culturales y económicos de los ordenadores. También recomendaría el libro La plataforma del pueblo de Astra Taylor. Además, me influyeron mucho los primeros escritores sobre tecnología: Sigfried Giedion, Marshall McLuhan, David Noble y Neil Postman, entre muchos otros.

A.L.: ¿Forman sus obras una especie de trilogía sobre los cambios cognitivos producidos por las nuevas tecnologías? ¿Con qué nos sorprenderá más adelante?
N.C.: Si mi obra formara una trilogía, ésta ya estaría completa. Empezaría con El gran interruptor y continuaría con Superficiales y Atrapados. No sé si tengo algo más que decir sobre tecnología, así que si escribo otro libro, tratará probablemente de un tema muy distinto.

A.L.: Gracias por esta entrevista electrónica.
N.C.: Mi bandeja de entrada suele estar saturada por anuncios publicitarios automatizados y son invariablemente estúpidos, así que los mensajes de los periodistas son más que bienvenidos.

Andrés Lomeña
7 de diciembre de 2014

sábado, 6 de diciembre de 2014

ENTREVISTA A ROGER BARTRA (ANTROPOLOGÍA DEL CEREBRO)

Al saber que Roger Bartra ha sacado una edición ampliada y actualizada de su ANTROPOLOGÍA DEL CEREBRO en 2014, he recordado que no tenía esta entrevista colgada en la red. Es de marzo de 2007. Era de las primeras que hacía, con todo lo bueno (inocencia, ingenuidad) y lo malo (inexperiencia, preguntas mal planteadas, etcétera) que eso pueda conllevar.

ENTREVISTA A ROGER BARTRA

ANDRÉS LOMEÑA: Usted plantea una hipótesis muy sugerente en Antropología del cerebro. Nos dice que la conciencia no tiene que ver exclusivamente con el funcionamiento del cerebro sino con una disfunción del mismo, que busca un sistema de sustitución en la cultura para vencer dificultades de adaptación y sufrimiento. A esto le llama exocerebro. ¿Qué repercusión ha tenido su tesis dentro de la comunidad científica y entre sus colegas antropólogos?
ROGER BARTRA: Los antropólogos son muy reacios a establecer vínculos con la neurobiología y han preferido los contactos con el psicoanálisis. No conozco ninguna reacción de antropólogos a mis ideas sobre el exocerebro. Mi hipótesis ha sido recibida con gran interés por varios neurocientíficos. Un ejemplo lo puede ver en el texto del Dr. José Luis Díaz publicado en Letras Libres: http://www.letraslibres.com/index.php?art=11919

A.L.: El cerebro se serviría de una prótesis cultural para superar su incapacidad de aprehender el mundo. La cultura sería una suerte de sistema simbólico auxiliar para la mente. ¿En qué medida Internet puede contribuir al desarrollo y adecuación de nuestras vidas?
R.B.: No se trata exactamente de un sistema símbolico auxiliar de la mente, sino del cerebro. No quiero decir que toda la cultura tiene ese carácter. Solamente algunos de sus circuitos. Ciertamente Internet puede en parte ser concebido como una prótesis del cerebro, en la medida en que es una formidable memoria artificial a la que recurrimos constantemente, como lo menciono en mi libro.

A.L.: ¿Tiene el arte un rol privilegiado dentro de esta forma de entender las redes culturales y simbólicas? Supongo que la literatura, por ejemplo, es un amplificador eficaz de los estados de conciencia.
R.B.: Dedico muchas páginas a examinar las funciones exocerebrales del arte, especialmente de la música y la literatura. Ciertamente, son las expresiones artísticas las que pueden revelar mejor las peculiaridades de las redes simbólicas exocerebrales.

A.L.: Los medios son una extensión o prolongación del ser humano, según McLuhan. ¿Cuánto debe a este autor? ¿Qué otras influencias importantes pesan en pensamiento?
R.B.: McLuhan ha hecho aportaciones muy importantes y, especialmente en lo que se refiere a la sinestesia, me han ayudado a configurar mi interpretación. Yo provengo del marxismo y del estructuralismo, aunque hace tiempo que he abandonado esos territorios.

A.L.: Marvin Harris hizo un ejercicio de divulgación de la antropología importante. El materialismo cultural que él defiende despeja misterios aparentes como el de la vaca en la India. ¿Qué limitaciones, si las tiene, ve en su acercamiento teórico?
R.B.: No me ha interesado especialmente el materialismo de Harris. Me estimulan más las iedeas de Clifford Geertz.

A.L.: Usted apuesta por la permanencia de ciertos mitos en la época moderna. ¿A qué clase de mitos se refiere? ¿No sería mejor cambiar las representaciones del “otro” por la convivencia e integración con otras culturas (Es decir, sustituir mitos que tienen que ver con el choque cultural por un multiculturalismo de facto)?
R.B.: Yo no apuesto por la permanencia de los mitos: compruebo que ello ocurre y que es muy importante. Me he referido extensamente en varios libros a mitos que tienen una larga duración: el mito del hombre salvaje, el mito de la melancolía. No creo que podamos “cambiar” las representaciones que tiene una cultura sobre el Otro. A ellas debemos agregar, desde luego, la convivencia (que ocurre de manera cotidiana, lo queramos o no). En cuanto a integrarnos con otras culturas, creo que, también, lo queramos o no, existen flujos masivos que integran a grandes porciones de unas culturas en otras.

A.L.: ¿Qué disciplinas externas ha integrado usted en su visión antropológica?
R.B.: Mis principales influencias provienen de la biología, de la sociología y de la filosofía, pero igualmente importantes son las influencias literarias, de la poesía, la novela...

A.L.: No puedo dejar de mencionar una cierta impresión de silencio que tiene la gramática de Chomsky. Todo el mundo afirma que es uno de los lingüistas más eminentes de la actualidad y que sus ideas han revolucionado la manera de entender el lenguaje. Pero, ¿por qué no se acude a él cuando el lenguaje interviene en casi todas las investigaciones, ya sean sobre la conciencia, la cultura o la filosofía?
R.B.: Yo creo que sí se acude constantemente a Chomsky cuando se discuten los temas de la conciencia. Pero, como lo planteo en mi libro, las ideas de Chomsky más bien han llevado a un callejón sin salida: no hay rastros de su gramática generativa en el cerebro.

A.L.: Con la globalización se están extinguiendo muchas formas culturales. Esto no es nuevo. ¿Llegaremos a un momento histórico en el que la investigación se vea forzada a estudiar la antropología urbana en detrimento del exotismo de etnografías pasadas?
R.B.: Hace mucho que la antropología ha renunciado a centrarse en el estudio de los primitivos. Tengo que admitir que el mundo urbano moderno (y postmoderno) es mucho más exótico y variado que el espacio descrito por las viejas etnografías.

3 de marzo de 2007