viernes, 11 de diciembre de 2015

ENTREVISTA CON THOMAS LEVENSON

ENTREVISTA CON THOMAS LEVENSON

Profesor del MIT y autor de En busca de Vulcano (The Hunt for Vulcan), la historia olvidada sobre Isaac Newton, Albert Einstein y la búsqueda de un planeta que nunca existió.


A.L.: ¿Por qué la historia de Vulcano es tan poco conocida?
T.L.: Creo que la breve y extraña vida del planeta Vulcano apenas se recuerda porque acabó de forma fulminante a manos de uno de los iconos de la ciencia del siglo XX. El triunfo de la teoría general de la relatividad fue tan rápido, completo y tan carismáticamente extraño que buena parte de su prehistoria desapareció. Con “carismáticamente extraño” me refiero a cómo los conceptos de la relatividad general penetraron en el imaginario colectivo: la “cuarta dimensión”, el “espacio curvado” o la “dilatación temporal”, por no mencionar la idea de que el espacio-tiempo tiene una forma concreta. Con un lenguaje tan grandilocuente, impreciso y evocador puede ser difícil conservar los detalles cruciales de un descubrimiento.

A.L.: Urbain Le Verrier contribuyó al descubrimiento de Neptuno, pero cometió un error garrafal al creer que existía Vulcano. ¿No teme que ahora solamente se le recuerde por sus errores?
T.L.: Quiero enfatizar que la mayoría de lo que hizo Le Verrier sobre el problema de Mercurio no estaba del todo equivocado. El tambaleo que identificó en la órbita de Mercurio es real. Sus cálculos fueron obra de un verdadero virtuoso. La hipótesis que planteó para explicar la trayectoria de Mercurio tenía sentido, dado el conocimiento del que disponía. Y decirle a las personas que buscaran una masa cuya gravedad pudiera afectar a la trayectoria de Mercurio era un paso lógico. Su único error fue estar demasiado dispuesto a aceptar los anuncios sobre el descubrimiento de Vulcano (que al final fueron inequívocamente erróneos). En cuanto a su reputación, Le Verrier aparece en los libros como el descubridor de Neptuno y tiene un catálogo impresionante de logros científicos. No creo que su prestigio esté en peligro.

A.L.: El astrónomo inglés John Flamsteed conocía el planeta Urano, aunque pensó que era una estrella y la catalogó como “34 Tauri”. Finalmente, William Herschel hizo el descubrimiento “oficial” del planeta. ¿Qué importancia tiene la historia en nuestra comprensión de la ciencia?
T.L.: La historia sirve a la ciencia (y a los científicos) de dos formas. La primera consiste en revelar reliquias de datos históricos que se han perdido o malinterpretado. Por ejemplo, el argumento de Halley de que el cometa de 1680 era un visitante recurrente de las inmediaciones de La Tierra impulsó el análisis de los registros históricos de anteriores observaciones de cometas. Sin embargo, el rol más importante de la historia como medio para integrar el conocimiento científico en una visión más amplia de la cultura humana es explicar el desarrollo de las preguntas científicas y las posibles líneas de investigación. He intentado examinar cómo han evolucionado las preguntas sobre los patrones reconocibles que organizan el universo. Esa evolución muestra algo de la naturaleza humana a través de una mirada atenta sobre lo que implica cambiar nuestras ideas más arraigadas acerca de las grandes preguntas.

A.L.: ¿Sabe si hay otros casos parecidos al de Vulcano? Estoy pensando en Plutón.
T.L.: Plutón es un regalo del cielo por la manera de obligarnos a reconocer que el sistema solar acoge un bestiario de objetos mucho más rico del que admitíamos hace solo unos años y por el comportamiento extraordinario de su sistema de satélites; se podría escribir todo un libro sobre las expectativas continuamente frustradas y el asombro que provoca este “planeta”. Creo que persisten muchos vacíos en la cosmología y en el resto de la ciencia. Es cada vez más complicado saber si somos propensos a malinterpretar de forma persistente las mediciones o ciertas observaciones anómalas. Si fuera jugador, apostaría a que nuestras ideas sobre el cerebro y la forma en que se produce el fenómeno que llamamos conciencia necesitan una profunda reconsideración. Cuando la hagamos, nos asombrará el tiempo que nos llevó ver con nitidez lo que llevábamos observando durante mucho tiempo. En todo caso, esa es solamente una suposición.

A.L.: ¿A qué dedica su tiempo después de haber desempolvado la historia de Vulcano?
T.L.: Estoy trabajando en el proyecto que mi editor esperaba que escribiera cuando les presenté En busca de Vulcano. Se titula provisionalmente Dinero a cambio de nada. Vuelvo a mi escenario favorito, finales del siglo XVII y principios del XVIII, a la edad de la revolución científica y de su compañera, la revolución financiera británica. Estoy usando un acontecimiento señalado, la burbuja de los mares del Sur [que produjo el llamado crack de 1720], como una forma de acercarme a la visión del mundo científico, que sería capaz de transformar profundamente la experiencia humana, lo que incluía una revisión radical de nuestra idea de dinero. Es una historia sobre grandes ambiciones, comportamientos criminales e inmensos beneficios y pérdidas en cuestión de meses, es decir, sobre el nacimiento del capitalismo financiero moderno. Me encanta esta investigación.

A.L.: Le agradezco su exquisita curiosidad científica.
T.L.: Gracias a ti por mostrar interés en lo que fue para mí la historia perfecta. El planeta Vulcano nunca existió, pero eso no significa que no importara, o que no pueda decirnos algo relevante sobre los esfuerzos y fracasos humanos. Solo algunas veces triunfamos más allá de toda esperanza en la búsqueda de sentido del universo que habitamos.

11 de diciembre de 2015
Andrés Lomeña

jueves, 5 de noviembre de 2015

ENTREVISTA CON JIM AL-KHALILI Y JOHNJOE MCFADDEN

La vida en el abismo, o el advenimiento de la era de la biología cuántica.

ENTREVISTA CON JIM AL-KHALILI Y JOHNJOE MCFADDEN

A.L.: Su libro Life on the Edge: The Coming of Age of Quantum Biology es muy interesante y verdaderamente exigente. ¿Cómo llegaron a interesarse por un tema tan inexplorado como la biología cuántica? En 2012 celebraron un encuentro en la Universidad de Surrey.
J.AL-K.: Nuestro interés en este campo es bastante anterior a las jornadas en Surrey, y más aún para Johnjoe que para mí. JJ vino al departamento de física a dar un seminario sobre una idea que tenía acerca de un posible vínculo entre la mecánica cuántica y un cierto tipo de mutación en las bacterias. Eso fue en 1997. Me intrigó mucho y empezamos a compartir ideas. Desde entonces hemos seguido teniendo conversaciones informales sobre la materia. De hecho, publicamos un artículo sobre aquella idea en 1999, pero solamente empezamos a tomárnosla en serio hace cinco años, cuando el resto del mundo comenzó a mostrar interés.
J.MCF.: Lo único que añadiría es que, después de nuestro artículo de 1999, empecé a estar convencido de que la mecánica cuántica era fundamental para la biología, de manera que escribí el libro Quantum Evolution, publicado en el año 2000.

A.L.: Parece que en muchas reacciones enzimáticas se podría dar el fenómeno del tunelado cuántico. Además, la fotosíntesis y algunos comportamientos animales podrían estar relacionados con algunos aspectos muy específicos de la física cuántica. ¿Todo esto es una simple cuestión teórica o hay alguna aplicación en el horizonte?
J.AL-K.: Por el momento, resulta maravilloso pensar que La Vida ha encontrado una forma de utilizar la extrañeza del mundo cuántico en su propio beneficio. Estamos en la fase de investigación básica. Encontrar aplicaciones no es tan interesante porque ahora mismo solamente queremos saber más, pero quién sabe en el futuro: puede ser que podamos imitar los trucos del mundo natural, ya sea consiguiendo energía solar mediante la fotosíntesis o sintiendo los campos magnéticos de la tierra. Aún queda para eso.
J.MCF.: Los tecnólogos cuánticos están intentando aprender de la biología para desarrollar dispositivos cuánticos (como los ordenadores cuánticos) que funcionen a temperatura ambiente.

A.L.: No saben si el tunelado cuántico está implicado en el olfato, pero se antoja como la única explicación para describir cómo las proteínas detectan vibraciones en las moléculas del olor. ¿Hay algún otro sentido en el que pueda estar implicada la física cuántica?
J.AL-K.: Dejaré esta pregunta a JJ.
J.MCF.: Sospecho que la vista podría ser intrínsecamente cuántica, ya que la recepción primaria es la captura de un fotón de luz.

A.L.: ¿Cómo se las apaña la vida para usar el comportamiento cuántico y mantener a raya la decoherencia? ¿Por qué la vida necesitaría la física cuántica?
J.AL-K.: Aún no hay una respuesta a la primera pregunta y es, de hecho, un área muy activa de investigación. Parece que el “ruido” ambiental encontrado dentro de los sistemas vivos actúa para mantener la coherencia cuántica y no para destruirla. El grupo de investigación alemán de la universidad de Ulm liderado por Martin Plenio está trabajando en esta dirección. La respuesta a la segunda pregunta es sencilla: la física cuántica no es distinta de cualquier otra área de la física o la química. La vida siempre intenta obtener alguna ventaja: ser más eficiente, ser más efectiva utilizando las leyes de la naturaleza. Eso es lo que nos ha enseñado la evolución darwinista a través de la selección natural. Si un proceso puede hacerse de forma más eficiente usando los trucos del mundo cuántico, la vida se encargará de ello.
J.MCF.: Claro. Para mí tampoco es nada sorprendente.

A.L.: No parecen tomarse las ideas sobre la conciencia de Penrose y Hameroff demasiado en serio. Hameroff llega a decir que el alma podría sobrevivir en el mundo cuántico...
J.AL-K.: Creo que los puntos de vista de Hameroff sobre el origen cuántico de la conciencia y otras ideas tan exóticas como pseudocientíficas son el motivo por el que nos distanciamos de ellas. Espero que quede bien claro por qué pensamos que su teoría de los microtúbulos es errónea y en diversas ocasiones advertimos contra la mecánica cuántica como una excusa para absurdas ideas de corte new age. Ninguno de nosotros es religioso, así que no tenemos la necesidad de explicar cosas como el alma.
J.MCF.: Estoy con Jim. La conciencia sigue siendo un misterio para la ciencia, pero la teoría de los microtúbulos no ayuda a explicarla. Creo que el campo electromagnético del cerebro es probablemente el lugar donde se da la conciencia, pero no precisa de la mecánica cuántica para funcionar.

A.L.: ¿Cuáles son los desafíos actuales de la biología cuántica?
J.AL-K.: Creo que el desafío principal es hallar formas de probar algunas de las teorías en experimentos de laboratorio. Las técnicas espectroscópicas están volviéndose muy sofisticadas, pero aún resulta increíblemente complicado estudiar fenómenos específicos en los sistemas vivos y separarlos de los miles de procesos bioquímicos que tienen lugar al mismo tiempo. Puede que encontremos otros mecanismos que descansan sobre la mecánica cuántica. El mayor desafío tiene que ver con comprender cómo la vida puede mantener la coherencia cuántica durante escalas de tiempo biológicas.
J.MCF.: Creo que la mecánica cuántica contiene la clave de la vida, pero esto solamente se probará cuando la biología sintética incorpore la biología cuántica para, quizás, construir vida sintética real a partir de la materia inanimada.

A.L.: ¿Esperan dar con algo completamente inesperado?
J.AL-K.: Eso sería especular demasiado. Nuestro campo de estudio ya se ve con demasiada incredulidad en ciertos lugares, así que lo que debemos hacer es centrarnos en la comprobación experimental de nuestras ideas.
J.MCF.: Sí, tal y como dice Jim, en este momento plantear hipótesis exóticas en física sería bastante perjudicial para nosotros.

5 de noviembre de 2015
Andrés Lomeña

viernes, 25 de septiembre de 2015

ENTREVISTA CON MARTIN WILLIS

Relaciones entre literatura y ciencia.

ENTREVISTA CON MARTIN WILLIS

ANDRÉS LOMEÑA: Usted ha explicado que autores como E.T.A. Hoffmann y Auguste Villiers de L´Isle-Adam contribuyeron al entendimiento de la cultura científica del siglo diecinueve. Asimismo, cree que el canon de la ciencia-ficción ha aplicado categorías recientes (“ciencia-ficción”, sin ir más lejos) a novelas que se publicaron antes de que existieran esas categorías. En cierto modo, es como si exhumara un objeto enterrado bajo varias capas analíticas. ¿Qué encontró al final de su investigación?
MARTIN WILLIS: En realidad, en mis dos últimos libros, incluyendo el estudio sobre la ciencia-ficción al que te refieres, mi aspiración ha sido la de interrogar y revelar las relaciones ocultas entre literatura y ciencia. Como crítico, esto significa que debemos investigar la historia de la ciencia tanto como el texto literario. De hecho, creo que mantener el equilibrio es esencial si quieres comprender adecuadamente las influencias culturales que ha producido y recibido la ciencia. Aunque este proyecto de investigación general sigue en marcha, al final de mi libro sobre la ciencia-ficción descubrí lo inmersas que estaban las novelas de ciencia-ficción decimonónicas en las ciencias de su tiempo. Es evidente que escritores como Hoffmann en Alemania o L´Isle-Adam en Francia no habrían pensado que estaban haciendo ciencia-ficción. Esa categoría aún no existía. Se veían, más bien, como cronistas de los nuevos desarrollos de su tiempo y evaluaban el impacto potencial que esto tendría sobre la vida humana. Creo que ese es uno de los grandes logros de la ficción: se puede experimentar con desarrollos científicos en contextos (ficticios) del mundo real.

A.L.: La literatura y la ciencia cooperaron a la hora de determinar los principios de la sociedad del siglo diecinueve, así que la gran bifurcación entre ficción y hechos no debió ser tan abismal.
M.W.: Creo que las dos culturas, que ven la ciencia y las humanidades como dos esferas separadas que ignoran lo que la otra hace, puede ser un nombre inapropiado. La ciencia y las humanidades (ciencia y literatura) siempre han dialogado. Es decir, nunca hubo una bifurcación: las definiciones de “hecho” y de “ficción” siempre han sido rebatidas y nunca han sido fijadas fácilmente dentro de disciplinas particulares. En mi propia obra he tratado de evidenciar eso, incluso en aspectos donde creemos que ciencia y literatura pueden estar muy alejadas. Al hacer esto no creo que esté inspirado por ningún paradigma científico como la teoría del caos ni nada por el estilo. Mi atención se mantiene en el lenguaje y la escritura. Diría que desde que la ciencia y la literatura existen como herramientas comunicativas (gracias a la escritura, por ejemplo), resulta más útil mirar atentamente en esa escritura.

A.L.: Su libro aboga por la interdisciplinariedad. Barri Gold hace lo mismo en su obra ThermoPoetics. ¿Se está logrando el sueño de la práctica interdisciplinaria?
M.W.: Conozco y admiro la obra de Barri y es verdad que compartimos un objetivo común al buscar investigaciones que sean interdisciplinarias. Tienes razón al sugerir que esa práctica puede llegar a ser complicada. Ya es difícil estar al día en tu propio campo como para tener que aprender otro hasta el punto de sentir que tienes el suficiente dominio para decir algo interesante al respecto. Sin embargo, ese es el truco del trabajo interdisciplinario: tienes que equilibrar dos campos, como por ejemplo la ficción gótica victoriana y la comprensión médica de las enfermedades infecciosas. Hay que transportar el suficiente conocimiento de un lado a otro como para decir algo nuevo sobre cada uno de los campos y sobre las relaciones que mantienen entre sí. En realidad, estás haciendo tres cosas y eso puede ser muy exigente. El hecho de que haya una vibrante comunidad de académicos trabajando en esta dirección muestra que tiene sentido intentarlo y también que hemos tenido un éxito moderado. No obstante, queda mucho por hacer para que alcancemos un entendimiento completo sobre las relaciones entre literatura y ciencia, así como para comprender los efectos que su interconexión ha tenido sobre la cultura humana.

A.L.: En su libro habla de mesmeristas, monstruos y máquinas. ¿Añadiría ahora alguna categoría nueva?
M.W.: Las categorías que usé fueron útiles para traer a colación una serie de ejemplos, pero no tenían pretensiones totalizadoras. En el libro que escribí tras Mesmerists, Monsters and Machines dejé de pensar a través de categorías materiales y me volqué en algo más conceptual: la visión. Esa fue una categoría útil que me ayudó a pensar acerca de cómo la literatura y la ciencia tienen cosas interesantes que decir sobre la mirada, que es un modo esencial de relacionarnos con el mundo. Es muy difícil saber si ahora la literatura y la ciencia se conectan de formas diferentes. Mi inclinación sería decir que están vinculadas de manera inevitable; esas nuevas formas habrán evolucionado con el tiempo y sus raíces pueden rastrearse en el siglo diecinueve (el periodo en el que soy experto), y probablemente mucho antes.

A.L.: Me parece que Solar de Ian McEwan es un buen ejemplo de novela que trata sobre la ciencia.
M.W.: Sí. Puede que Solar hable de un tema relativamente reciente como es el cambio climático, pero sus preocupaciones (el rol de los científicos, la ética, las aplicaciones comerciales, las tecnologías, etcétera) eran preocupaciones del siglo diecinueve también.

A.L.: Para terminar, háblenos de su próximo trabajo.
M.W.: Mi nuevo estudio se centra en la medicina, pero es ante todo una continuación y extensión del trabajo que ya he hice con anterioridad. Trata sobre las representaciones de las enfermedades en la ficción del siglo diecinueve y vuelvo a mirar en una variedad de escritos de toda Europa (en textos franceses, para ser exactos), pero soy más explícito políticamente hablando de lo que he sido nunca. Estoy intentando responder a la reciente disminución de las humanidades por ser consideradas como algo irrelevante o que carece de valor de uso. Esa idea es de una tremenda ignorancia respecto al valor de la literatura, la historia o la filosofía, y necesita ser refutada. Mostrar ejemplos de ese valor de uso me parece una tarea valiosa.

25 de septiembre de 2015

miércoles, 23 de septiembre de 2015

ENTREVISTA CON THAD ROBERTS

El autor de Einstein´s Intuition nos habla sobre su teoría del todo.

ENTREVISTA CON THAD ROBERTS


ANDRÉS LOMEÑA: Su teoría del espacio cuántico postula que el vacío sería algo “cuantizado”. Sugiere que el espacio-tiempo está hecho de partículas discretas que interaccionan. ¿Qué es exactamente ese “cuanto” y qué estructura tiene ese sustrato primordial?
THAD ROBERTS: Si el vacío es un superfluido [estado físico de la materia caracterizado por la ausencia total de viscosidad; este fenómeno físico se puede dar a temperaturas cercanas al cero absoluto], entonces su estructura no es estática, sino que irá cambiando con el tiempo. Los cambios de estado del espacio (las distorsiones que se propagan a través del medio, los tipos de distribución de densidad y el modo en que fluye el fluido) dan lugar a las fuerzas de la naturaleza porque representan fugas respecto a la noción euclídea de espacio. Por ejemplo, la divergencia en el flujo del vacío (que existe donde hay un flujo hacia dentro o hacia fuera) sería responsable de los campos eléctricos, los bucles en el vacío (flujo circular) serían responsables de los campos magnéticos y los gradientes de densidad introducirían la curvatura del vacío y causarían efectos gravitacionales. Una vez que asumimos que el sustrato primordial es una colección de cuantos que interactúan elásticamente y se comportan colectivamente como un superfluido, las partículas fundamentales de la materia se vuelven “sonones” [vórtices cuantizados] primarios en ese superfluido (piensa en vórtices estables o en “anillos de humo”) y están naturalmente restringidos a valores cuantizados.

A.L.: El espacio-tiempo ya no sería el vacío en el que queda suspendida la materia. Habría un fondo “superespacial” donde el espacio-tiempo se comporta como un fluido. Así, ese fondo superespacial sería una especie de nuevo vacío, ¿no es así?
T.R.: Sabemos que para unificar la relatividad con la mecánica cuántica, es decir, para superar ambas teorías y obtener un conocimiento más profundo de la singularidad de la naturaleza, tenemos que construir lo que los físicos llaman una teoría con una base independiente. Entender el vacío como un superfluido captura de forma natural esta condición, pero en realidad todo es un poco más sofisticado. En lugar de prescindir del vacío real o de aquello que está a un nivel más allá del vacío, este modelo propone una estructura fractal para el vacío que disuelve la noción de un fondo definitivo: el vacío estaría compuesto por partes cuantizadas, y de forma similar, esas partes y el medio en el que están hechas esas partes también estarían compuestas por partes cuantizadas, y así hasta el infinito.

A.L.: ¿Cuál es el principal problema para visualizar el universo en nuestra mente?
T.R.: La principal dificultad en la comprensión de cualquier paradigma nuevo consiste en abandonar el antiguo. Es habitual que los conceptos en ciencia resulten complicados si contradicen lo que nosotros ya creemos sobre el mundo. Explicar conceptos científicos avanzados tiene que ver menos con enseñar a alguien unas matemáticas complejas que con animarles a desafiar sus creencias sobre la realidad. Cuando exploramos diferentes conjeturas sobre el mundo, encontramos que algunas perspectivas contienen efectos que son paradojas en otros puntos de vista. Así es como reducimos el espacio de posibilidades y alcanzamos un mejor entendimiento de la naturaleza. Cuanto más nos acercamos a la naturaleza tal y como es, más elementales se vuelven los conceptos avanzados.
Mi técnica para enseñar a las mentes curiosas cómo explorar los misterios de la física es empezar a identificar las suposiciones que tienen los estudiantes. Luego les ayudo a explorar diferentes conjeturas. Por ejemplo, la mayoría de las personas imagina el espacio como un campo liso de vacío. Es decir, si les pido que imaginen el universo, pero que eliminen toda la materia, la luz y todo lo demás que está fuera de ese espacio, aún imaginan algo que es idéntico en todos los lugares a todas las escalas. Cuando sostenemos esa imagen del espacio, las cuatro fuerzas, la dualidad onda-partícula, la materia oscura o la energía oscura son misterios necesariamente desconcertantes. Sin embargo, si nos atrevemos a alterar esas suposiciones sobre la naturaleza del espacio, nos encontramos con un modelo que nos da un acceso intuitivo a todos esos efectos. Para cumplir esa tarea, el profesor tiene que escuchar cuidadosamente a los estudiantes y les permitirá que exploren más allá de los confines de su visión del mundo.

A.L.: Para comprender la curvatura del espacio-tiempo bastaría con entender los gradientes de densidad: un agujero negro representaría el límite máximo de densidad en la fase de vacío. ¿Es correcto decir que en este modelo los agujeros de gusano macroscópicos no existen? ¿Depende todo de la distribución de los cuantos?
T.R.: La distribución de los cuantos determina el estado de vacío. Este estado evoluciona de forma determinista de acuerdo con la ecuación de Schrödinger. Eso es todo cuanto hay para pillar la dinámica. Las distribuciones específicas de los cuantos corresponden a propiedades que hemos nombrado. Por ejemplo, una región donde los cuantos están todos comprimidos al máximo sería un agujero negro, mientras que las regiones con vórtices pequeños y estables serían partículas fundamentales de la materia, y los fonones [cuasipartículas o modos cuantizados vibratorios] que se propagan por el vacío serían paquetes de luz. Los agujeros de gusano se definen como las regiones vacías entre puntos distantes del espacio, rutas de vacío del espacio cuantizado. Esa naturaleza cuantizada del vacío garantiza la aparición de esos agujeros de gusano en escalas microscópicas, pero también ofrece la posibilidad de agujeros de gusano más grandes que son asintóticamente más pequeños a medida que ampliamos la escala. En resumen, todo depende de la distribución de los cuantos, una vez que está fijada y determinada la dinámica.

A.L.: ¿Hay alguna filosofía o ética más allá de sus explicaciones sobre física?
T.R.: Filosóficamente defiendo el realismo científico, ya que como científico (y como individuo que aspira a mejorar su propia condición humana) me siento atraído por los objetivos metafísicos más ambiciosos. Por razones similares, en el ámbito de la moral defiendo una ética del cuidado porque tiene para sí misma un propósito mucho más elevado que algunas tradiciones históricamente cortas de miras, como las éticas de la justicia.

A.L.: Garrett Lisi ha elogiado su libro y él ha intentado desarrollar una teoría geométrica del todo. ¿Son compatibles sus teorías?
T.R.: Mi objetivo es la gran unificación, mientras que Garrett está explorando simetrías que apuntan hacia una unificación geométrica de las partículas fundamentales de la materia. Tenemos una aspiración común: obtener una explicación geométrica de las leyes y la estructura observada en la naturaleza. En mi opinión, Garrett es exactamente el tipo de persona que la ciencia necesita. Mantiene un equilibrio saludable en su vida (amor, aventura, amistad), lo que le ayuda a expandir su empatía y le empuja constantemente a nuevos desafíos. Su ciencia se beneficia de todo esto.

A.L.: ¿Hay alguna cualidad que ayude a tener éxito como físico?
T.R.: Un científico con éxito es casi el opuesto conceptual de un hombre de negocios o de un político con éxito. Los empresarios y políticos alcanzan el éxito alineándose con el paradigma actual y lo defienden. Por el contrario, los científicos que han sido verdaderamente significativos para la historia tienden a socavar audazmente el paradigma de su tiempo, iniciando una transformación que ofrece un entendimiento del mundo más completo. Es una aventura realmente arriesgada, sobre todo cuando se comprueba que la mayoría de las nuevas ideas están equivocadas; no obstante, solo existe una oportunidad de acercarnos a la verdad cuando tenemos el coraje de explorar esas ideas. Los científicos de éxito transitan un sendero muy angosto. La ortodoxia siempre desdeña y ridiculiza las nuevas ideas, como pasó con la intuición de Benoît Mandelbrot de que hay sistemas en la naturaleza que están modelados como fractales, hasta que se vieron forzados a aceptarla. Mientras tanto, los verdaderos científicos son aventureros que defienden el derecho a que avance el pensamiento humano. Ser un científico de éxito requiere que no permitamos que los chismorreos se conviertan en el árbitro de la verdad. Creemos profundamente en la curiosidad y en la creatividad que anida en nuestro interior y seguimos avanzando hacia una perspectiva mejor. Esto también significa que permanecemos abiertos a la posibilidad de que cualquier idea nueva que exploramos sea incorrecta, pero nunca dejamos que eso obstaculice nuestro camino. La ciencia es el viaje de la intuición humana y requiere que lo arriesguemos todo para tener la oportunidad de expandir lo que significa ser humano.

23 de septiembre de 2015
Andrés Lomeña

jueves, 13 de agosto de 2015

ENTREVISTA CON REBECCA L. WALKOWITZ

Una conversación sobre literatura con la autora del libro "Born translated".

ENTREVISTA CON REBECCA L. WALKOWITZ

A.L.: En Born translated, mantiene que algunos autores contemporáneos no realizan “traducciones preventivas”, sino más bien “traducciones promiscuas”. ¿Cómo son las obras literarias que “nacen ya traducidas”?
R.W.: Reservo el término “traducciones preventivas” para autores que eligen escribir novelas en un gran idioma (un idioma con un número mayor de lectores) y que quizás eligen hablar o producir otros géneros en un idioma comparativemente menor (un idioma con un número menor de lectores). La traducción preventiva es una forma de escribir en el lenguaje que crees que circulará más extensamente. Con “traducciones promiscuas”, tal y como tú las defines, los autores no cambian tanto de idioma como de formas de usar el lenguaje. Habitualmente usan un idioma relativamente estándar más que un dialecto o un argot. Las obras que me interesan, que tratan de incorporar la traducción más que facilitarla, a menudo intentan imitar las traducciones visualmente (cambios estructurales) o generar una historia en la que el texto parece haber sido escrito en una lengua extranjera o en la cual los personajes se expresan en múltiples idiomas (cambios temáticos). En las novelas de David Mitchell, como mencionas más abajo, los personajes suelen leer libros traducidos.

A.L.: Veo una cierta convergencia entre su obra y dos ensayos: Toward the geopolitical novel de Caren Irr y The cosmopolitan novel de Berthold Schoene. No sé si está de acuerdo con esta comparación. En todo caso, usted analiza a autores como David Mitchell, que deliberadamente atraviesa todo tipo de lugares exóticos y tiempos remotos o futuros, creando lo que yo llamaría una “novela cosmológica”. También presta atención a la obra de Murakami y Coetzee. ¿Desafían ellos el canon occidental al borrar las fronteras entre la alta literatura y la literatura popular?
R.W.: Creo que ahora hay un enorme interés por las novelas que tratan de representar las colectividades políticas como lo global, lo geopolítico y lo cosmopolítico a gran escala. Los libros de Irr y Schoene son parte de ese proyecto, desde luego. En mi caso, estoy interesada en cómo las novelas imaginan y generan a sus audiencias. En este sentido, me gusta pensar acerca de cómo los colectivos a gran escala están modelados por novelas (que circulan a través del mundo en diferentes ediciones e idiomas), así como por cómo las novelas representan esos colectivos. Por decirlo de otra manera, Born Translated se toma en serio la idea de que las novelas pueden participar en distintas culturas literarias al mismo tiempo, y de este modo estoy interesada en cómo las obras de Coetzee y Murakami pueden dirigirse, a través de la traducción, a muchas audiencias locales, y no solamente a una única y gran audiencia homogénea. Algunas de las novelas de Mitchell se mueven a través del espacio y del tiempo, pero a menudo nos recuerdan que los objetos, incluyendo las novelas, cambian de forma y significado cuando se mueven. Mediante la traducción, esos novelistas insisten en que el mundo no es un contenedor homogéneo en el que las obras literarias son “lo mismo” en cualquier lenguaje; el mundo aparece como un colectivo polifónico (como el sexteto en El atlas de las nubes de Mitchell, por ejemplo).

A.L.: George Perec escribió la novela El secuestro sin la letra e. La traducción española omite la letra a. ¿Son estas obras una especie de declaración contra las novelas nacidas ya traducidas?
R.W.: Sí, creo que las obras literarias que incorporan letras específicas o fonemas son más difíciles de traducir y a menudo están diseñadas para no ser traducidas, es decir, para ser intraducibles. Por supuesto, vemos que pueden traducirse, como demuestra el formidable trabajo del traductor de la novela de Perec. Esas obras se suelen centrar en los recursos y la historia de un idioma específico y eso es difícil para llevarlo a otro idioma. Dicho esto, los traductores han encontrado formas ingeniosas de superar esos desafíos. Por ejemplo, la obra de Junot Díaz depende de las relaciones sociales y políticas entre el inglés estadounidense y el español dominicano. Incluso temáticamente es difícil traducir eso en nuevas versiones de su escritura. Sin embargo, algunos traductores se han centrado en reproducir las relaciones entre el inglés y el español de forma estructural, eligiendo un idioma dominante y luego una segunda lengua que opera (política y socialmente) como el español dominicano hace en Estados Unidos.

A.L.: ¿Es la fantasía épica una manera de ser born translated en el mercado contemporáneo? Las novelas de fantasía, a través de sus mapas y geografías imaginarias, son desterritorializaciones de lugares reales. Macondo o Tierra Media parecen mejores lugares comunes que Colombia o los círculos intelectuales de Tolkien.
R.W.: Sí, tiene sentido. Como nadie vive en la tierra de Fantasía, sus costumbres, su geografía y su historia tienen que ser descritas para cada lector. En este sentido, incluso un lector de una edición del primer idioma de la novela tiene que traducirla como un extranjero (alguien a quien le explicas cada detalle). De hecho, uno de los críticos ingleses de la reciente novela negra de J. K. Rowling advierte que Rowling “sobredescribe” Londres, tras haber estado tantos años describiendo Hogwarts y otros lugares fantásticos en sus libros de Harry Potter (http://www.theguardian.com/books/2014/jun/18/the-silkworm-review-jk-rowling-robert-galbraith). Rowling ha tratado Londres como un extranjero, una ciudad fantástica que parece extraña a los lectores británicos. No he leído la novela, pero quizás parecerá menos “sobredescrita” para quienes no vivimos en Londres o para quienes nunca han estado allí.

A.L.: Me pregunto si los libros nacidos ya traducidos son también libros “ya adaptados”. Ahora estoy pensando en El círculo de Dave Eggers.
R.W.: No estoy segura de si los libros nacidos ya traducidos, que después de todo gastan muchas energías centrándose en los mecanismos de la escritura y la traducción, funcionarán bien como películas. Puede ser difícil representar la experiencia del multilingüismo en la pantalla, ya que el doblaje y el subtitulado pueden convertir la película más políglota en una experiencia monolingüe. La exitosa novela de Mohsin Hamid, El fundamentalista reticente, se adaptó a cine, pero uno de los principales elementos de esta obra born translated (el narrador en segunda persona se dirige a ti) se cambió por la representación directa en muchos de los acontecimientos de la novela. Dicho esto, hay algunas películas y series de televisión nacidas ya traducidas. Un ejemplo que me viene a la cabeza es la maravillosa serie danesa Borgen. En la última temporada, la protagonista danesa empieza a quedar con un arquitecto inglés. Ambos terminan hablando en inglés gran parte del tiempo y es menos probable que doblen o subtitulen eso en otros mercados. Estoy de acuerdo contigo en que las novelas que enfatizan el argumento se traducen más fácilmente y se adaptan más fácilmente a otros géneros.

A.L.: ¿Nos podría proporcionar algún ejemplo de escritor español nacido ya traducido? Yo diría Javier Marías, que es traductor y que tiene un español con una sintaxis muy inglesa. Por cierto, ¿cuál es su autor favorito born translated?
R.W.: No he leído aún a Marías, pero desde luego suena como alguien que está escribiendo con y a través del inglés, del mismo modo que Murakami se aproxima al japonés. Tengo ganas de leer su obra. Mi novelista favorito nacido ya traducido y que escribe en inglés es Kazuo Ishiguro. Creo que él capta la experiencia de la escritura ya traducida realmente bien. También me gustan mucho las novelas de Ben Lerner, que me parecen extraordinariamente refrescantes y muy inusuales en su forma de entender al lector o a una audiencia de un idioma extranjero. Fuera del inglés, las novelas de Bolaño me impresionan por lo conseguidas que están en cuanto a la traducción que tiene lugar no solamente entre idiomas, sino también entre versiones de idiomas como idiolectos, lenguas regionales o subculturales, lenguajes visuales e idiomas usados para actividades especializadas. Incluso en español, sus novelas parecen empezar en muchas lenguas.

A.L.: Probablemente pertenece a los nacidos ya cuestionados, académicos que se sienten obligados a justificar el valor social de sus investigaciones. ¿Espera que su estudio sobre literatura mundial contribuya a empezar un diálogo que vaya más allá del narcisismo de las literaturas nacionales?
R.W.: Mi esperanza es que mi obra ayude a reconocer la interrelación de las literaturas: las formas en que las literaturas nacionales siempre han estado en deuda con otros idiomas y otras literaturas, y también las formas en que las novelas contemporáneas pertenecen a múltiples audiencias nacionales, así como a audiencias regionales y plurilingües. Las novelas nacidas ya traducidas nos dan una oportunidad de considerar lo que constituye la ciudadanía, no solamente en los libros, sino también para los escritores y lectores de libros.

A.L.: ¿Alguna conclusión?
R.W.: Gracias por tu interés en mi obra y por sugerirme a algunos autores adicionales. Estoy deseando aprender más sobre cómo la traducción da forma a las novelas producidas en culturas literarias no anglófonas. Espero que tus lectores tengan más sugerencias.

13 de agosto de 2015
Andrés Lomeña

lunes, 11 de mayo de 2015

ENTREVISTA CON JEFF FORSHAW

Estas palabras sirven de continuación a las que ya tuve con Don Lincoln.

ENTREVISTA CON JEFF FORSHAW

ANDRÉS LOMEÑA: La dilatación del tiempo se produce por la gravedad y por la velocidad. ¿Viven más las personas que viajan en avión o en tren?
JEFF FORSHAW: Si pasaras toda la vida moviéndote a varios metros por segundo, envejecerías unas cuantas décimas de microsegundo menos que alguien que nunca se movió. Y si pasaras toda la vida en la cima de una gran montaña, envejecerías alrededor de un milisegundo más que alguien que estuvo a nivel del mar. Ambos efectos se tienen en cuenta para los sistemas GPS, que de lo contrario fallarían al cabo de unas horas, ya que los satélites se están moviendo muy rápido con una gravedad débil y se necesita una gran precisión para localizar un punto sobre la superficie de la tierra con un metro de error.

A.L.: Los atomistas decían que solamente existen los átomos y el vacío. ¿Cree que es así?
J.F.: ¡El vacío no está realmente vacío! Es un caldo hirviendo de partículas que aparecen y desaparecen como de la nada. Eso es lo que las leyes de la física cuántica dicen y esas leyes se han probado a una gran precisión, así que son fiables. Los cosmólogos incluso se atreven a relacionar ciertos patrones de las galaxias con la fluctuación cuántica del espacio vacío en un tiempo en el que el universo visible pudo estar contenido en un espacio del tamaño de un balón de fútbol.

A.L.: Me gusta la historia del descubrimiento del muón y aquella frase que se dijo: “¿Quién ha pedido esto?” ¿Qué puedes decirnos sobre la función de este tipo de partículas?
J.F.: La mayoría de las partículas elementales son inestables. Esto significa que mueren arbitraria y espontáneamente, convirtiéndose en partículas menos masivas cuando se desintegran. Las nuevas partículas aparecieron de la nada; no estaban dentro de la partícula original. Las partículas muón y tau son versiones pesadas del electrón, que sí nos resulta familiar. Parece que las partículas extra pueden haber sido necesarias para asegurar que el universo no esté hecho solamente de luz (las partículas de luz sobrepasan a las partículas de materia ordinaria en torno a mil millones a una, así que la materia de la que están hechas las estrellas, tú y yo es un residuo realmente pequeño que quedó después del Bing Bang).

A.L.: Cada vez que leo sobre física descubro más nombres de partículas, ya sean reales o sólo hipotéticas: kaones, axiones, WIMP, curvatones e inflatones. ¿Quién se encarga de ordenar todo eso?
J.F.: En realidad no hay tantas partículas elementales: 6 quarks, 6 leptones (electrones, taus y neutrinos), 6 bosones de gauge (incluyendo el gravitón) y la partícula de Higgs. Quizás haya más. Por ejemplo, pensamos que hay una partícula para la materia oscura (quizás la partícula WIMP que mencionas, o quizás el axión) y pensamos que hubo una partícula que dominó el universo justo antes de que el Big Bang empezara (lo que llamamos inflación). Los kaones o los protones están hechos de quarks.

A.L.: ¿Se puede explicar el espín con una imagen sencilla?
J.F.: El espín es difícil de explicar: no hay ningún ejemplo cotidiano que valga. Lo más cercano sería imaginar una pequeña pelota giratoria, pero es una imagen imperfecta porque en el caso del electrón sería como si tuviera que girar dos veces antes de que volviera a donde empezará a girar, lo cual suena bastante raro.

A.L.: Sé que los preones son simplemente hipotéticos, pero quería preguntarle por la idea de Don Lincoln de encontrar una subestructura en los quarks.
J.F.: No tengo ni idea. No hay bases teóricas para encontrar una subestructura en el quark, pero eso no significa gran cosa. Sería genial si los quarks tuvieran algo dentro que pudiéramos observar.

A.L.: ¿Veremos pronto su nuevo libro, Universal: What is Physics?
J.F.: Finalmente se publicará en 2016. Queremos escribir un libro en el que los lectores lleguen a apreciar cómo el conocimiento de la física está garantizado por una serie de pequeños pasos que van desde la simple observación de la vida cotidiana a la comprensión del nacimiento del cosmos.

Andrés Lomeña
11 de mayo de 2015

lunes, 20 de abril de 2015

ENTREVISTA CON SIOBHAN CARROLL

La literatura y las atopías.

ENTREVISTA CON SIOBHAN CARROLL

ANDRÉS LOMEÑA: An Empire of Air and Water empieza donde algunos mapas terminan, con el famoso Aquí yacen dragones [hic sunt dracones]. Usted ha explicado que los espacios en blanco de los mapas sirvieron como un sutil mecanismo de apropiación colonial y que el periodo romántico transformó los espacios incolonizables en espacios conquistables. ¿Cuál fue el itinerario y los tesoros de su viaje intelectual hacia terra incognita?
SIOBHAN CARROLL: Empecé con los polos norte y sur, que se manifiestan en la imaginación imperial británica. Me preguntaba por qué geografías de poco valor comercial provocaron en Europa una búsqueda y contemplación obsesivas. El momento literario más representativo para mí se dio en El corazón de las tinieblas de Joseph Conrad, cuando Marlow invoca la historia de la expedición de Franklin antes de lanzarse a su propio viaje africano. ¿Cómo cambia uno del Ártico a África? ¿De qué forma un espacio “incolonizable” (el Ártico Alto no puede colonizarse en el sentido tradicional, el agrícola) legitima un proyecto colonial en cualquier otra parte?
Investigar este hecho me llevó a la historia cultural de otros espacios incolonizables: el océano, la atmósfera o el mundo subterráneo. Todos comparten características y cada región proporciona una perspectiva diferente sobre el impulso que lleva a definir la nación en relación a un mundo en tránsito.

A.L.: Su libro habla de la dificultad de encontrar un verdadero hogar en ciertos lugares inhóspitos. ¿Cuáles fueron los mayores descubrimientos encontrados en esas regiones? Entiendo el influjo del mar en las novelas, pero me desconcierta el espacio aéreo y algunas referencias como The aerostatic spy.
S.C.: El océano es, en muchos sentidos, el espacio más importante de Reino Unido por su historia como nación insular. Los ingleses imaginaron que cualquier espacio atípico estaba conectado con el océano, ya fuera de forma figurativa o literal. La atmósfera, por ejemplo, era un “océano de fuego”; las regiones polares aparecían como océanos helados y el mundo subterráneo se concibió como un lugar ahuecado por mares. Las personas que exploraron esas regiones reforzaron esas percepciones. Por ejemplo, los marineros a menudo lideraron las excavaciones porque tenían experiencia haciendo nudos y tirando cuerdas. Después de que se inventara el globo aerostático, los marineros se embarcaron en vuelos aéreos por esas mismas razones. Los británicos fueron la admirable punta de lanza en la exploración polar del siglo XIX, así que los marineros y los oficiales de la marina estuvieron entre los primeros en escribir sobre los espacios polares.
Esas atopías naturales incolonizables tuvieron distintas funciones simbólicas. La situación de pobreza extrema del espacio polar lo hizo un objeto atractivo para los ingleses. Arrojándose ellos mismos contra la frontera helada en nombre de la ciencia, los ingleses esperaban demostrar la pureza de sus intenciones imperiales. También probaron sus mercancías (sus abrigos de lana o sus envases de comida) para demostrar su superioridad moral y tecnológica. El objetivo real de la búsqueda de los polos no era llegar a ellos, sino buscar el fracaso, ya que la derrota ajena probaría la superioridad de los ingleses frente a las naciones incapaces o reticentes a realizar logros similares.
Otros espacios tuvieron una función diferente, aunque estaba relacionada. El polo representó el límite externo del imperio mientras que el océano definió los límites domésticos de los ingleses. La misma lógica que discutía el diseño providencial de la unidad británica (la idea de que Inglaterra, Escocia y Gales formaban una única isla-nación) problematizó la expansión por el océano. Los ingleses tuvieron una actitud complicada hacia los mares. Era la base de su poder imperial, pero el océano también representaba un rival capaz de socavar las ambiciones británicas. En algunos textos, como en el poema El naufragio de William Falconer, sostengo que el espectro del motín, la rebelión colonial y la agitación de los nativos llegó a identificarse con el mar.
El mundo subterráneo y la atmósfera se identificaron con el pasado y el futuro, respectivamente. El mundo subterráneo se representó como un conjunto de historias perdidas o alternativas, un lugar desde el que reimaginar el pasado de la nación. La atmósfera, en cambio, se representó como un espacio futurista y peligrosamente cosmopolita. Al igual que el océano, la atmósfera es un lugar en potencia para el transporte global y el nuevo medio de transporte aéreo perteneció más a Europa que a Gran Bretaña (debido a la historia del globo aerostático). Para hablar de la atmósfera, los ingleses invocan la vulnerabilidad de la nación frente a una invasión o frente a algo aún peor, la obsolescencia.
En la novela del siglo dieciocho El espía aerostático, la atmósfera proporciona un espacio más puro de circulación global que el océano, relacionado con el comercio colonial de esclavos. El protagonista surca el aire para redimirse después de que la guerra de la independencia de Estados Unidos le echara de casa. Los espíritus del aire y un doble de Robinson Crusoe aparecen para enseñarle que el poder combinado de los globos aerostáticos y la literatura dará lugar a un futuro postnacional. Es un libro demencial que disfruté al comentarlo en mi capítulo sobre la atmósfera.

A.L.: ¿Cómo dio forma al concepto de atopía?
S.C.: Deberíamos decir “atopía natural”, ya que en el libro también hablo de las atopías de Augé (espacios construidos que han perdido su identidad debido al crecimiento del capitalismo globalizado). Considero que estos dos tipos de atopía están relacionados. Por ejemplo, en el siglo XIX las personas estaban preocupadas por la polución provocada por la minería. La describieron como un fenómeno peligroso para el campo: si haces boquetes en tu país, los vapores venenosos del subsuelo destruirán el mundo rural. En aquella época se llegó a relacionar el mundo natural con la revolución industrial de una forma que puede sorprender a mucha gente.

A.L.: ¿Por qué no ha incluido los espacios extraterrestres en sus atopías naturales?
S.C.: Los espacios extraterrestres son atopías ahora, aunque no lo fueran en el siglo XIX. En mi definición, un espacio natural se considera una atopía si es un sitio que los humanos puedan llegar a visitar; si está totalmente fuera de nuestro alcance, se convierte en un lugar puramente fantástico, no en uno que los autores puedan tratar con realismo. Hemos presenciado este proceso con Marte durante el siglo XX. El planeta rojo pasó de ser el hogar de las reinas marcianas y de las culturas exóticas a un desierto hostil para la supervivencia humana. ¿Por qué pasó esto? Una vez que el hombre había llegado a la luna, era plausible pensar que llegaría a Marte. El Polo Norte sufrió un proceso similar a finales del siglo XVIII: pasó de ser un reino de fantasía a un lugar al que los humanos podían llegar al cabo de un año. En consecuencia, los escritores tuvieron que contener su imaginación y acabaron resentidos con el resultado de la exploración. El problema del éxito científico es que colonizas las provincias de la imaginación; el momento atópico invita a los escritores a volverse contra la exploración científica para así defender la ficción.

A.L.: La imaginación espacial de novelistas como Shelley o Dickens tiene consecuencias sociales. ¿Es muy simplista decir que Mary Shelley fue progresista mientras que Dickens fue conservador a la hora de imaginar la expansión imperial?
S.C.: Sí, es algo simplista. Soy muy cautelosa con el uso de palabras como “conservador”. Si te refieres a desear que las cosas sigan igual, entonces muchos de los autores que se levantaron contra la expansión colonial (incluidos el poeta escocés William Falconer y Mary Shelley) podrían considerarse conservadores.
En mi libro opto por una posición más matizada. Como algunos espacios como el mar o los polos estaban históricamente asociados con la imaginación, los autores que los representaron contribuyeron a articular la relación existente entre la imaginación literaria y el imperialismo. Mary Shelley protestó contra el alineamiento de la poesía y la ficción al servicio del imperialismo polar de John Barrow. Charles Dickens, por otra parte, promovió esta alianza, viéndola como una forma de promover el valor de la literatura para la nación. Autores como Wordsworth estuvieron más preocupados por esas dinámicas en el ámbito doméstico y apelaron en su poesía al Ártico o a la imaginación oceánica para llamar la atención sobre las inquietantes consecuencias de la urbanización.

A.L.: La ciencia-ficción plantea el control del pasado y del futuro a través de los viajes temporales. ¿Hay algún límite a los espacios colonizables?
S.C.: Los románticos querían que las atopías naturales sirvieran como un límite para demarcar las fronteras del conocimiento científico y el poder imperial. Con el avance de la tecnología moderna, es posible concebir una versión definitiva de lo que Rosalind Williams llamó “el triunfo del imperio humano”. Quizás la luna, el profundo océano o el interior de la tierra puedan ser colonizados. Puede que incluso el tiempo.
No obstante, la mayoría de las historias de viajes en el tiempo que conozco desarrollan una resistencia neorromántica a la colonización del pasado o del futuro. El viajero del tiempo de H. G. Wells es incapaz de reformar el futuro de los Eloi y de los Morlock de la forma que exige la ficción colonial. Del mismo modo, a pesar de todo su conocimiento científico, la protagonista de El libro del día del juicio final de Connie Willis no puede salvar a las personas de la peste negra. La única “posesión” valiosa que se lleva de la experiencia es su propia devastación emocional. Si tuviera que adentrarme en el imperialismo de los viajes temporales, me interesaría por la experiencia del fracaso. ¿Será quizás un reflejo del pesimismo de los proyectos “humanitarios” internacionales?

A.L.: ¿Podría facilitarnos algún ejemplo de atopía en la novela contemporánea?
S.C.: Los espacios naturales que describo en el libro reaparecen en la ficción postcolonial y especulativa, y cuando esto pasa, hay una fuerte resonancia histórica. El océano en El cementerio de barcos de Paulo Bacigalupi (una novela muy reciente) es una horrible fusión de atopías artificiales y naturales: ahogarse en el mar es ahogarse en un océano post-atópico que está sometido al capitalismo global.
Por su parte, la película Gravity plantea una vuelta literal a la atopía polar: Sandra Bullock trata de comunicarse con un Inuit en el Ártico cuando trata de escapar de la atopía del espacio exterior (Aningaaq, el cortometraje que acompaña a la película, muestra el otro lado de la conversación). En la ficción postcolonial citaría El paciente inglés, cuya historia alternativa aparece dentro de la Cueva de los Nadadores. Tanto si ha sido algo consciente como si no, el texto recurre a estos espacios.

A.L.: ¿Cómo avanza su próximo proyecto, Circulating nature? ¿Y qué quiere decir con la imaginación trasatlántica?
S.C.: Circulating Nature nace de mi investigación de los proyectos románticos de geoingeniería. Las personas del siglo XIX también estaban preocupadas por el calentamiento climático y algunos pensadores especularon con la posibilidad de alterar el clima mundial. Me interesa ese momento y la historia cultural del antropoceno. ¿Cómo llegaron las personas a creer que podrían controlar la naturaleza a escala global? ¿Cómo reconocieron una naturaleza global de elementos móviles como el agua, el aire y los animales? ¿Qué tipo de medios ayudaron a imaginar la transformación de la naturaleza? ¿Hay formas de la naturaleza que forzaron el pensamiento ambiental? Llevo a cabo un examen de los agentes que participan como especies en la era del antropoceno. Quiero saber si el individualismo de la novela perjudicó la imaginación de nuevos tipos de agencia.
Con imaginación transatlántica me refiero a una cultura internacional formada por ideas que cruzan el océano Atlántico. En este proyecto me voy a centrar en Estados Unidos y Reino Unido, pero quiero tener referencias de otras naciones transatlánticas, así que si tú o tus lectores tenéis alguna sugerencia, no dudéis en escribirme.

A.L.: Déjeme hacerle una broma final: ¿cuál es para usted el espacio más difícil de colonizar? Para mí las universidades son gigantes y extrañas atopías donde se necesitan poderes telepáticos (en el sentido de compartir un ethos con la comunidad).
S.C.: Creo que la universidad actual corre el riesgo de convertirse en una atopía en el sentido de Marc Augé: un modelo desalmado de corporativismo norteamericano producido para las masas de todo el globo, o lo que es lo mismo, un esquema absolutamente impersonal que nos convierte en débiles trabajadores que cumplen sin rechistar con el margen de beneficio del uno por ciento. Pero también hay muchas otras cosas distintivas en la universidad actual, un gran potencial utópico convertido en centros de aprendizaje, por lo que no debemos adoptar una visión tan pesimista.
Creo que el océano continúa siendo la atopía natural más poderosa de todas. Nos preocupamos por el cambio climático y por las alteraciones de la atmósfera, pero creo que es el océano, con su extrañeza y su impredecibilidad, la que decidirá nuestro destino.

20 de abril de 2015
Andrés Lomeña

jueves, 16 de abril de 2015

ENTREVISTA CON DON LINCOLN

Una introducción muy básica a la física de partículas.

ENTREVISTA CON DON LINCOLN

ANDRÉS LOMEÑA: Es lamentable que aún no podamos disfrutar de sus libros en castellano. ¿Qué obra le gustaría ver en nuestras estanterías?
DON LINCOLN: Me gustaría ver The Large Hadron Collider en español. La comunidad hispánica, tanto la de la península ibérica como la latinoamericana, contribuye enormemente al programa de investigación del LHC. Estaría bien poder contar a esa comunidad su historia.

A.L.: Hay doce partículas elementales (seis quarks y seis leptones), pero además podemos encontrar más de doscientos mesones y bariones. ¿Cuántos tipos de partículas podemos esperar?
D.L.: En principio podría haber miles. Los mesones y los bariones están hechos de quarks. El quark top es tan inestable que no puede ser un componente de una partícula compuesta. Eso nos deja cinco quarks relevantes. Los mesones están hechos de un quark y un antiquark, así que habría unos 25 tipos de mesones (cinco tipos de quarks y cinco tipos de antiquarks). Los bariones consisten en tres quarks. Así que si tomamos todos los tipos de quarks, podría haber 125 tipos de bariones (5x5x5). Sin embargo, estas sólo son las configuraciones más estables de quarks. Si estos pudieran orbitar dentro de los mesones y los bariones, se formarían partículas más pesadas. En resumen, una cantidad creciente de movimiento dentro de los mesones y los bariones podría dar lugar a un número ilimitado de partículas.
No obstante, esto nos desvía de lo esencial. A finales de los años cincuenta, los científicos estaban construyendo el equivalente de las tablas periódicas para los mesones y los bariones. Con la invención del modelo de quarks todo ese glorioso caos empezó a tener sentido. La complejidad no es tan interesante como las ideas subyacentes y simplificadoras.
Un ejemplo más familiar: los átomos están hechos de protones, neutrones y electrones. Hay alrededor de 118 elementos descubiertos, más muchos isótopos (elementos con un número variable de neutrones). El hecho de que haya tantas configuraciones de tres componentes fundamentales en los átomos nos dice algo acerca de las fuerzas que los mantienen unidos, pero no nos dice demasiado sobre las leyes más básicas que gobiernan el universo.

A.L.: En su artículo La vida interior de los quarks sugiere que las partículas portadoras de fuerzas también podrían tener generaciones. Tenemos cinco bosones, de momento. ¿Qué será lo siguiente? ¿El descubrimiento del gravitón?
D.L.: En ese artículo para Scientific American, describo la idea de que los quarks, los leptones y las partículas portadoras de fuerzas están hechas de ladrillos aún más pequeños, algunas veces llamados preones. Es muy importante tener claro que no sabemos si esta idea es cierta, así que tus lectores no deberían creérsela. Sin embargo, si es verdadera (una conjetura que sólo puede demostrarse mediante la experimentación), debería haber bosones más pesados. Mis colegas y yo estamos buscando compañeros más pesados para los bosones W y Z (bosones con nombres faltos de imaginación, W´ y Z´). A pesar de nuestros esfuerzos, no hay evidencia de la existencia de esas partículas especulativas.
El gravitón es la partícula hipotética que causa la gravedad. No se ha descubierto aún y es improbable que lo encontremos. La razón es que la gravedad es increíblemente débil comparada con otras fuerzas. La única razón de que la gravedad parezca tan fuerte es que puede combinar los efectos gravitacionales de las partículas de un planeta entero. La fuerza gravitacional entre pares de partículas subatómicas es de alrededor de 10 elevado a -40 veces la fuerza electromagnética. Dada esa gran disparidad, estudiar la gravedad en el reino cuántico es muy difícil.
Hay un problema con esta explicación. Existe la posibilidad de que la debilidad observada de la gravedad sea errónea y que la gravedad en realidad sea tan fuerte como las otras fuerzas conocidas. La gravedad parece débil porque habría dimensiones extra en el espacio y los campos gravitacionales se filtrarían en las dimensiones extras. Esto es simplemente otra idea especulativa no demostrada y nadie debería tomársela en serio. Sin embargo, el hecho de que no sepamos por qué la gravedad es tan débil nos lleva a explorar esas ideas. Echa un vistazo a este vídeo: https://www.youtube.com/watch?v=5UDUNqwWuNs
Si las dimensiones extras existen (y no hay evidencia de que así sea), será posible ver los gravitones. Esta idea tiene un largo camino por recorrer antes de que nadie empiece a creérsela.

A.L.: ¿Qué hay de los taquiones? Según leí en un libro de Lisa Randall, son un simple error dentro de un sistema.
D.L.: Lisa lleva razón. Los taquiones son partículas hipotéticas que superan la velocidad de la luz y la evidencia empírica de que existan es cero.

A.L.: Usted intenta dar con partículas como los quarks que no sean de tamaño cero. Personalmente, me cuesta comprender cómo puede haber partículas sin masa y que no se puedan dividir en dos partes. Por tanto, la intuición me dice que los preones de los que ha hablado deberían existir, aunque eso tampoco resolvería el problema. Los quarks me recuerdan a las mónadas de Leibniz. ¿Cree de veras en los preones?
D.L.: Soy un entusiasta de la idea de que los quarks y los leptones tengan constituyentes más pequeños, pero debes saber que esto es simplemente una cuestión intuitiva. Las mediciones hasta el momento no muestran evidencia de que la estructura de quarks y leptones tengan subestructuras y deberíamos haberlas visto si los quarks y los leptones tuvieran un tamaño mayor que 1/10,000 veces el de un protón. Así que si los preones existen, los quarks y los leptones deben de tener un tamaño más pequeño que ese.
Es muy importante advertir aquí que el hecho de que mi intuición me diga que es una buena idea, no significa que me la crea. Un buen científico no cree en lo que piensa hasta que no consigue confirmar la idea.

A.L.: Los preones y las supercuerdas podrían ser compatibles entre ellas. De este modo, las vibraciones de las cuerdas podrían crear preones. Me pregunto si la existencia de preones modifica o cambia otras especulaciones como la supersimetría e incluso la materia oscura.
D.L.: Así es. De acuerdo con algunas teorías, los quarks podrían estar hechos de cuerdas. Por otro lado, los quarks podrían estar hechos de preones que a su vez están hechos de cuerdas. O los quarks podrían estar hechos de preones, que están hechos de pre-preones, que están hechos de cuerdas. Puede ser que haya muchos niveles de materia entre los quarks y las supercuerdas. O puede que la idea completa de las supercuerdas sea simplemente un sinsentido.
La existencia de preones es independiente de la supersimetría, aunque si las supercuerdas existen, entonces la supersimetría existe. El “super” de supercuerdas es una contracción de “cuerdas supersimétricas”. Del mismo modo, los preones (si existen) no tienen un impacto relevante sobre la materia oscura, excepto si los preones también constituyen la materia oscura. Ninguna especulación sobre el papel de la materia oscura en la extinción de los dinosaurios debería tomarse en serio. Es decir, no es imposible, pero uno debería poner esa conjetura en la categoría de extremadamente especulativa.

A.L.: ¿La energía oscura es lo mismo que la energía de vacío? ¿Es posible que la energía oscura esconda partículas de algún tipo?
D.L: Nadie sabe realmente qué es la energía oscura. Está relacionada con la energía de vacío, pero esa energía parece ser 10 elevado a 120 veces más grande que la energía oscura. Nadie entiende esa discrepancia y las personas están mirando a los cielos para comprender la energía oscura. Quizás lo descubramos en un par de años, pero es mucho más probable que siga siendo un misterio durante mucho más tiempo.

A.L.: Muchísimas gracias por sus respuestas.
D.L.: La física moderna es un matrimonio entre teoría y experimentación. La especulación teórica tiene su lugar y puede ayudar a que cobren sentido algunos fenómenos aparentemente sin ninguna relación. Pero hay que recordar que la física es una empresa inherentemente empírica. Los experimentos hechos en el LHC y en el Fermilab sobre la materia oscura o sobre la energía oscura nos contarán las leyes que gobiernan el universo. El camino es largo y pasarán décadas, probablemente siglos y quizás milenios antes de que los secretos del universo puedan ser desvelados. Dado que la meta es muy lejana, la clave para la felicidad científica es caminar y disfrutar el viaje.

16 de abril de 2015
Andrés Lomeña

domingo, 15 de marzo de 2015

ENTREVISTA CON MATTHEW TAYLOR

Entrevista al autor de "Universos sin nosotros: cosmologías posthumanas en la literatura estadounidense".

ENTREVISTA CON MATTHEW TAYLOR

ANDRÉS LOMEÑA: ¿Qué (demonios) es una literatura no antropocéntrica? Usted entiende el posthumanismo como un intento transhistórico para integrar lo humano en grandes redes de significados y también como una hermenéutica sobre lo radicalmente distintas que son las cosmologías literarias. A propósito, ¿cómo llegó a interesarse en un tema tan “extraterrestre”?
MATTHEW TAYLOR: Me encantan estas preguntas, especialmente la primera, ya que mi propia obra se pregunta constantemente qué (demonios) es algo no antropocéntrico, ya sea literario o de otro tipo. No hay una respuesta a esto, pero un viejo proverbio me viene a la cabeza (¿Es de El Paraíso Perdido?): “El camino al infierno está empedrado de buenas intenciones”. Gran parte del actual giro no antropocéntrico corre el riesgo de seguir una ruta igualmente siniestra cuando la huida prometida de lo humano es, a menudo, una fantasía intrínsecamente humana (y humanista). Al igual que la explotadora cosmología a la que quiere reemplazar, ese discurso se apodera con frecuencia de lo no humano o lo natural para cumplir sus propios objetivos, convirtiendo lo no humano en un recurso para “nosotros”. Nuestros intentos de cuidar el mundo o perdernos dentro de él se convierten, paradójicamente, en otra colonización autoconstituida. Esto resulta evidente cuando la imaginación desemboca en nuestra extinción literal, una vida “después” de nosotros o “más allá” de nosotros, el final de la extensión universal de la vida humana consciente. Un panteísmo, a fin de cuentas, pero uno en el que nosotros somos los dioses. Desde Adorno a Hayles, todos han ofrecido ideas parecidas.
Mi interés primordial no es esta desmitificación. Me interesa una versión del posthumanismo que integra lo humano dentro de cadenas del ser más grandes, redes de significados que no están a nuestro servicio ni se convierten en nosotros. Esa perspectiva implica perder simultáneamente la idea de “naturaleza” y “ser humano” cuando la integridad holística explota más allá del contacto supuestamente imposible con el otro. Esto no equivale a decir que lo humano no existe, solamente que es una producción o ensamblaje fundamentalmente no humana, con imbricaciones fluidas que reemplazan las demarcaciones rígidas. La clave, sin embargo, es que esa interdependencia no nos salva ni nos redime; creer eso sería caer en la trampa que he esbozado más arriba. Se trata de la condición de nuestro ser y de nuestra descomposición. La ética no natural puede derivarse de esta ontología. En el mejor de los casos, hay un tipo de humildad negativa (inspirada por fuentes dispersas como el misticismo, la deconstrucción y la teoría de sistemas) que se ocupa de nuestra habilidad para aprehender lo que “somos” (y lo que no somos). Es una forma de acotar los límites del pensamiento.
Ese es el motivo por el que la literatura es importante para mi proyecto: las cosmologías que estudio, por sus modos significativamente asistemáticos, trazan “cosas” posthumanistas (amalgamas extrañas y sin fijar que borran la división entre humano y no humano) y “pensamientos” posthumanistas (esto es, la distancia media impensable o no totalizable entre todo y nada, entre el yo y el no-yo). La ambigüedad tiene que ser un lugar transitado, no algo que resolver o de lo que haya que escapar. Esto significa que los textos literarios no son simples excusas para intervenciones teóricas externas, sino interlocutores (y productores) de experiencias posthumanistas de pleno derecho. Desde esta perspectiva tan poco convencional, el posthumanismo no es un desarrollo tecnológico futuro sino un impulso inmanente para el humanismo (la sombra del antropocentrismo o su hermano gemelo zurdo). De este modo, no existe una literatura no antropocéntrica pura, pero esto también significa que no hay una literatura antropocéntrica pura.
Me temo que aún no he respondido a tu pregunta sobre el origen de mi interés por este tema. Para seguir con el espíritu de las ideas que acabo de comentar, sería conveniente decir que no lo sé, pero eso sería una verdad a medias. La otra media verdad es que mis estudios estaban equitativamente divididos entre biología, física y química por un lado y literatura por otro; mi persistente incapacidad para mantener separadas las ciencias y las letras es muy sintomática en mis actuales investigaciones.

A.L.: Un obstáculo para comprender adecuadamente su libro es que se centra en algunos autores que nunca se han traducido a nuestro idioma. Henry Adams intentó usar la física y la entropía para una nueva teoría de la historia. Del vudú sabemos muy poco, así que los pensamientos de Hurston nos resultan muy poco familiares. ¿Qué puede decirnos de los cuatro grandes autores de su libro? ¿Cuáles son los objetos y seres más importantes en esas cosmologías?
M.T.: No me sorprende que Adams, Chesnutt y Hurston no estén disponibles en español, pero creo que eso no pasa con Poe. Me gusta tener la oportunidad de contextualizar la inclusión de esos autores en mi proyecto, ya que es “americanista” hasta el punto de que examina las formas en las que la lógica del “destino manifiesto” mostró (y continúa mostrando) concepciones nacionales sobre lo humano, lo individual, lo racial y lo especista. Contra el inseparable discurso dominante de conquista progresiva, perfectibilidad y unificación “cosmonacional”, mis autores articulan una contranarrativa o hetero-ortodoxia que imagina la integración en redes posthumanas para representar la derrota (más que la formación) del yo humanista. El contexto estadounidense es un trasfondo importante para las obras de esos autores por los complejos enredos de las innumerables dominaciones de tierras y personas.
Por supuesto, cada uno de los autores responde a ese trasfondo de formas distintas. En el caso de Poe, el universo es una especie de Dios spinoziano difuminado que está en proceso de colapso para revivificar al Ser Supremo; esto es muy explícito en su poema en prosa Eureka, pero sostengo que esos principios son operativos en sus narraciones cortas. Una cosmología así puede sonar pacífica, pero siendo el universo de Poe, los personajes individuales experimentan la reunificación como una amenaza existencial, el horror de que las cosas a nuestro alrededor tengan el objetivo de una fusión destructiva (la imagen paradigmática es La caída de la Casa Usher). Por otra parte, la unidad cósmica de Adams es algo inconcreto que se pierde paulatinamente; mientras que las ficciones de Poe operan de acuerdo con una fuerza gravitacional, la supuesta autobiografía de Adams y las “historias científicas” están gobernadas por una abertura entrópica de los cuerpos individuales y colectivos (aquí la metáfora sería la descomposición radioactiva). A pesar de esas diferencias, Poe y Adams imaginan universos apocalípticos e inhabitables; sus cosmos proyectan la pulsión de muerte.
En la segunda parte de mi libro, sin embargo, analizo la Diáspora de la cosmología africana. Aunque para el autónomo y autoritario yo humanista es igualmente inhabitable, la cosmología deja abierta la posibilidad de la supervivencia humana, a pesar de ciertas transformaciones dramáticas. En los cuentos mágicos de Chesnutt, los esclavos sufren una metamorfosis que los convierte en elementos del medio ambiente con un efecto más bien desastroso (en una historia, un esclavo fugado se convierte mágicamente en un árbol solamente para ser cortado más tarde). Se critica la dominación blanca sobre los negros y los espacios naturales, pero no a través de un holismo ecológico benigno. La naturaleza no existe en estas historias para la humanidad; no es un escape romántico de la modernidad y tampoco es un lugar de asimilación pasiva.
El último gran autor que examino es Hurston, quien, al igual que Chesnutt, usa la tradición mágica, el vudú y el hoodoo para criticar las formas económicas y espirituales del consumismo (así como sus materializaciones racistas y especistas). A diferencia de Chesnutt, Hurston vislumbra un vívido potencial en el vudú, incluso si esa vida sacrifica el autodominio a los circuitos radicalmente extrapersonales del placer y el dolor (ella imagina el vudú como una especie de altar hecho con distintas piezas y habitado por varios seres). En las obras de estos autores, los objetos y los seres juegan roles muy importantes, pero funcionan como sinécdoques para procesos y relaciones posthumanistas.

A.L.: ¿Qué opina de la teoría de los mundos posibles en el contexto de su investigación?
M.T.: Tengo que confesar que sé muy poco sobre la teoría de los mundos posibles en su vertiente filosófica o literaria, pero la obra de Dolezel (especialmente Heterocósmica) atrajo mi atención cuando investigaba para mi primer libro (de hecho, su título era irresistible). Aunque no encuentro el impulso taxonómico de mucho uso en mi pensamiento, fue extremadamente interesante para mí su énfasis en cuestiones sobre posibilidad/posibilismo/inexistencia (cosas que pueden haber sido o que podrían haber sucedido), sobre la naturaleza contextual de la ficción (más que lo textualmente inmanente) y sobre los efectos pragmáticos de la literatura. Dicho esto, esas preocupaciones no aparecen de forma directa en mis textos más que como un compromiso vago para explorar las posibilidades filosóficas de las obras literarias. Digamos que están en un segundo plano. Tu pregunta, no obstante, me obliga a preguntarme si debería traerlas a un primer plano.

A.L.: Estoy intrigado por su próximo proyecto sobre las escalas espaciotemporales y sus consecuencias ético-políticas. Mi suposición es que cuanto más crecen las escalas espaciotemporales en la ficción, más nos acercamos a un sueño de expansión ilimitada. Una vida humana no sería muy importante si estás pensando en escalas como las de la civilización. En este sentido, las macroescalas serían conceptualmente muy peligrosas. Pienso sobre todo en novelas de ciencia-ficción, pero agradecería que me indicara los ejes del libro que prepara.
M.T.: ¡Muy buena suposición! Mi proyecto actual investigará las relaciones entre el planetario y el antropoceno examinando: 1) el discurso de la frontera, circunscrito al globo terráqueo desde el año 1900 aproximadamente. 2) Ficciones de ese periodo que convierten el tiempo y el espacio en horizontes que o bien invitan a una mayor colonización o desorientan al ser humano. Como aún no tengo formado un argumento exacto, te contaré algunas de las preguntas que guían la obra: ¿Hay algo intrínsecamente natural, ético o ecocrítico sobre la idea de “planeta”? ¿Qué ocurre cuando cambiamos el alcance y la perspectiva por marcos mayores o menores? En resumen, ¿cómo “el planeta” constituye un cosmos (un todo ordenado) y un “nosotros” es responsable de este? ¿Por qué termina en una expansión y no en una contracción de la esfera de nuestras preocupaciones éticas y políticas?
Una vez más, no tengo las respuestas totalmente elaboradas, pero soy escéptico, como tú sugieres, del reciente giro “macro” tan evidente en todo, desde el big data a la ingeniería del clima y la retórica de la planetariedad. Parece contraintuitivo que los problemas de escala introducidos por nuestros modos modernos de pensamiento puedan resolverse mediante una escala mucho mayor, una medida más dogmática sobre la totalidad de la situación; esta lógica de la “carrera armamentística” que encuentra soluciones mayores a problemas aún más grandes producidos por soluciones previas parece condenada al colapso. Está claro que la escala de mi proyecto es más bien irónica: empiezo con los discursos de Kant sobre la infinitud, incorporo figuras clave de la ciencia-ficción de principios del siglo XX (H.G. Wells, Mark Twain, Jack London, Olaf Stapeldon, Yevgeny Zamyatin, etcétera) y concluyo considerando cómo este legado anticipa y critica de forma preventiva la andadura del siglo XXI en el planetario (sostengo que el mundo de 1900 fue moldeado por esas mismas ambiciones planetarias). La trampa es que el cambio climático aumenta la temperatura de esas discusiones, así que deberíamos encontrar una alternativa. No estoy seguro de cuál puede ser, pero una humilde (y quijotesca) contracción de nuestras intervenciones planetarias parece una buena opción.

A.L.: También prepara algo sobre la vida sin nosotros. Puedo ver esa idea en autores como Darwin y Burroughs, pero me pregunto por el posthumanismo en Hawthorne. Su cuento sobre la inmortalidad es mi única pista. ¿Por qué Hawthorne? Por cierto, echo en falta a Lovecraft. ¿No ha sido valioso para sus propósitos?
M.T.: El proyecto al que haces referencia ha cambiado ligeramente desde que escribí la descripción que tú has leído (el problema de nuestras sombras digitales es que olvidan seguirnos). Ahora se centrará menos en la vida sin nosotros (un tema que traté brevemente en un artículo anterior) y más en cómo la noción moderna de la “vida” biológica (el principio, esencia o fuerza con la que diferenciamos a los seres vivos de los seres inertes) se convirtió en la angustia central de la ciencia angloamericana y la cultura entre mediados del siglo XIX y mediados del siglo XX. Defenderé que los aspectos más preciados de la vida (su adaptabilidad, su diversidad estocástica, su competitividad, su crecimiento potencial intrínseco y su definición amorfa) también fueron características que la hicieron parecer monstruosa e irónicamente letal. Por tanto, la vida fue considerada no sólo como una norma regulatoria sino como una anormalidad que necesitaba regularse; como sus virtudes eran inseparables de sus peligros, la vida necesitaba controlarse.
Dicho de otro modo, la vida como tal llegó a percibirse como un riesgo para los vivos. Para estudiar este fenómeno, analizaré varias formas de vida (científicas, literarias y cinematográficas) sobre cómo sería la vida si fuera una cosa material más que una nebulosa abstracción. Así, en los capítulos sobre los terrores físicos y metafísicos percibidos por la indistinguibilidad entre lo vivo y lo inerte, su mutabilidad, su sobreproducción malthusiana y su dependencia constitutiva respecto a la muerte, examinaré formas de vida representativas como protoplasmas, cánceres, junglas tropicales, especies invasivas y en cautiverio, planetas vivos e insectos atómicos. También conectaré las filosofías de la vida más notables (incluyendo la perfectibilidad spenceriana, la afirmación nietzscheana, la vitalidad de Bergson y la pulsión de muerte de Freud) con los recientes materialismos, neovitalismos y ecologías profundas, así como con formas afirmativas de la biopolítica. Y puede que te guste saber que Lovecraft se cierne sobre este proyecto; él es una de las figuras clave para pensar “el horror de la vida”.
Aún no he respondido tu pregunta sobre Hawthorne. No me atrevería a etiquetar a Hawthorne como posthumanista, pero en varios momentos se interesó por los universos sin nosotros. En una historia llamada Los nuevos Adán y Eva, por ejemplo, dibuja un mundo en el que nosotros ya no estamos, y a diferencia de mucha ficción apocalíptica reciente, no promete que nuevos nosotros sobrevivan milagrosamente a nuestra pérdida.

A.L.: Me gustaría terminar con una pregunta sobre literatura contemporánea. ¿Qué obras o autores encajarían con las cosmologías actuales?
M.T.: El problema es que ahora la realidad es posthumana, lo que deja poco espacio para las ficciones posthumanistas. Bromas aparte, puedes tener la tentación de asomarte a la reciente ola de ficción postapocalíptica, pero en realidad pienso que gran parte de estas obras son una proyección o alegorización bastante explícita de la angustia adolescente y el aislamiento (desde luego, es una poderosa versión del fin del mundo). Si la ficción especulativa es el estándar, entonces los candidatos obvios serían Thomas Ligotti, Jeff VanderMeer y la llamada New Weird de China Miéville y otros, así como sus equivalentes cinematográficos: True Detective, Rubber (una narrativa “it” contemporánea), Under the Skin, etcétera.
Mis gustos tienden hacia ejemplos menos obvios, obras en las que la erosión de la frontera entre lo humano y lo inhumano está tan entretejida en la lógica del mundo imaginado que casi no puede aparecer como un tema explícito. Tengo en mente cosas como H is for Hawk (que no es una ficción y resulta tan imposible como la mejor de las ficciones) o incluso Le Quattro Volte. En esos textos vemos que el posthumanismo puede significar nuevas formas de conexión, no la ruptura apocalíptica de toda conexión o el impulso colonizador para conectarlo todo a través del nodo de uno mismo.

A.L.: Muchas gracias por darnos respuestas tan humanas a preguntas sobre mundos tan poco humanos.
M.T.: Para mis estudiantes de grado, la última clase del semestre se llama “A modo de conclusión”, así que sería hipócrita ofrecer aquí una conclusión. Al igual que ocurre con las conversaciones más productivas, el final de esta entrevista es una pausa en la que uno reúne los pensamientos antes de continuar. Más que una recomendación final, te diré que si alguna vez descubro dónde puedo hallar eso que he llamado “partido cosmopolítico”, ten por seguro que te lo contaré (siempre que tú me prometas lo mismo). Mi corazonada es que si lo encontramos alguna vez, será más raro, ruidoso y concurrido de lo que imaginamos, tanto que puede que no consigamos un escaño, y mucho menos hacernos oír. Adoro la obra de Bruno Latour (le debo incontables momentos de inspiración), pero no creo que su “parlamento de las cosas” pueda acomodar la extrañeza y singularidad que desvelará su censo actual.

15 de marzo de 2015